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Donde quiera que estéis...

Una misiva dirigida a quienes privaron recientemente de la vida al empresario guipuzcoano Inazio Uria, una carta firme de rechazo, un alegato decidido por la vida, que abre también la puerta al perdón y la reconciliación.

¿Cuánta e infinita cobardía para asesinar a un hombre de edad? ¿Cuánta e infinita crueldad con la excusa de parar un tren? A vosotros no os importa por dónde avanza ese tren, ni a qué velocidad va, ni bajo qué montañas se esconde... Sed de sangre que abreva de cobardes fuentes. No mezcléis más vuestro vergonzoso error con el nombre de este país. No mentéis un tren, una patria, unos ideales... para apretar tan ruin gatillo.

No detengáis trenes que unen a las gentes. No matéis a los ancianos que son ejemplo de vida de entrega y sacrificio, veterano testimonio de conocimiento... Apuntad a nuestra sien, acabad con nosotros que aún nos cuesta terminar de perdonar, pero antes de apretar fatal gatillo, tened por lo menos el valor de mirarnos a los ojos, de plantar siquiera la cara, de mirar al fondo del alma... ¡Que en ese ineludible espejo se refleje vuestra tremenda derrota, rotundo fracaso de la muerte ante la vida, de la oscuridad ante el ensayo de luz, del odio ante el ensayo de amor!

¿No habéis apagado ya suficientes vidas? ¿No habéis todavía saciado vuestra sed de sangre? ¿Cuándo empezaréis a construir y no destrozar? ¿Cuántos miserables gatillos os quedan por apretar? ¿Cuántos humanos indefensos por privarles de aliento? Abandonad ya cualquier argumento para justificar tanta barbarie. De seguir disparando, sinceraros cuanto menos. Blandid vuestra impotencia como excusa, vuestro terror a sumar convivencia, vuestro miedo a vertebrar con los demás una sociedad, vuestro temor a colaborar y construir el mañana mano con mano, corazón con corazón con el resto del pueblo.

He visto en la pantalla una mujer destrozada y me cuesta limar arista, dorar la palabra. He visto una mujer rota y yo he roto mi palabra de escribir desde más alto. Dios se apiade de vosotros. Su bondad infinita podrá perdonar vuestra inmensa deuda para con tanta gente en Loiola y Azpeitia, para con tantos familiares y amigos de Inazio Uria de paz y de bien. A nosotros nos colocáis también ante el supremo reto de intentar a toda costa rozar esa infinita compasión. Sin quererlo, nos dais a probar un amor que no es de este mundo. No faltan desafíos para nadie: para vosotros tornar pistolas en arados, para nosotros odio en comprensión, que no aceptación.

Llegue pronto el vuelo de ese veloz tren, cargado de olvido, cargado de hombres y mujeres que sonríen a la vida y a un futuro de paz y reconciliación, que nuestra sonrisa hoy no termina de arrancar, pues hay gente desolada al haberles vosotros privado de un hombre bueno.

Llegue pronto el vuelo de ese veloz tren, cargado de sincero perdón, de genuina compasión, que lo último que deseamos es que el veneno del rencor para con vosotros termine por alcanzar y carcomer nuestro corazón.

Llegue pronto el convencimiento de vuestra fatal equivocación que aún este pueblo generoso puede abrir su pecho y sus brazos a unos hijos tan tremendamente errados.

 
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