Nombrar también cómo no, la cocina coreana. La cocina vasca da de comer, la coreana de cenar. Apenas alguna palabra cruzamos con los coreanos. Absolutamente centrados en el trabajo, no se prodigaban después en charlas o entretenimientos. Me gustó especialmente su orientación vegana, su agradecimiento con cantos antes de comenzar la repartición. Me llegó su criterio ecológico que les hacÃa utilizar únicamente envases reciclables… Me encantó, sobre todo, como ya comenté en una anterior crónica, ver a todas esas gentes de las diferentes ONGs reunidas compartiendo ocio, comidas y estrategias en las buscaban cada dÃa ser más eficaces. Volvemos por supuesto con el recuerdo de los refugiados en nuestro interior, sobre todo de quienes no perdieron su dignidad a empujones por una tarrina de arroz. Sà me consta que estos pueda parecer duro. En realidad todo perdemos nuestra dignidad como almas desde el momento en el que dejamos que nuestra naturaleza inferior, la que se preocupa por ejemplo sólo de saciar el hambre, tome el gobierno de nosotros. Nos quedamos especialmente con el recuerdo de los refugiados que aguardaron pacientemente su turno, que al llegar al mostrador esbozaron su agradecimiento. Queremos recoger su dolor, borrar su pasado, detener las bombas en el cielo de su memoria. Que todo el sufrimiento padecido traiga su debida recompensa de luz y de amor. Por último también el recuerdo para los de los gritos y los empujones, las peleas y las repeticiones varias, mientras que otros no habÃan aún probado bocado. Nuestro recuerdo también para ellos, porque en una misma situación, en una misma huida del horror de la guerra y sus privaciones nosotros no sabemos cómo habrÃamos actuado. Nuestro recuerdo también para ellos, porque olvidaron, olvidamos que el cuidado del alma, antecede al del cuerpo. Las situaciones lÃmite son exclusivas oportunidades de liberación, de exploración de una nueva conciencia, pero los empujones invalidan la oportunidad. Nos retrotraen a la caverna que es precisamente lo que hemos de abandonar; la caverna en la que cada quien sólo piensa en su propio bienestar, en la que prima la ley del más fuerte. Brille ese Sol de nueva vida en toda su plenitud fuera de la caverna. Nos llene de clara luz y de anhelo de vida en fraternidad. El paraÃso está en nuestras manos, incluso en medio de esa precariedad inmensa, incluso bajo el techo de plástico con la etiqueta del ACNUR, incluso en tierra lejana a vera de unas murallas de otras guerras. Mañana por supuesto ninguna bomba en ninguna geografÃa de la tierra; mañana tampoco gritos de “¡One line, one line!†porque la lÃnea dificultosa, tumultuosa, accidentada…, será un dÃa transformada en cÃrculo de hermandad en el que compartiremos ya la abundancia, ya la escasez como hermanos. |
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