Política y paz | Una sola humanidad | Espiritualidad | Sociedad | Tierra sagrada

Yo sí les creo

No pararán hasta hacernos creer que no hay nada que celebrar. Rueda a sus anchas la apisonadora del escepticismo político y mediático. Rueda ya la ingente maquinaria de propaganda intentando convencer a los últimos “ilusos” de que estábamos absolutamente equivocados. No lo conseguirán. Sabemos que la paz ha conquistado ya un importante espacio en el interior de muchos y muchas de los que ayer aún creían en las armas.

Todos hubiéramos querido más, que ETA cerrara la persiana y que su desolador accionar se conjugara ya sólo en pasado, pero no es de recibo afirmar que no ha habido avance alguno con la declaración de alto el fuego. El cielo de la paz, de la desaparición definitiva de ETA no se conquista de un día para otro, pero el paso del domingo 5 de Septiembre, aunque por supuesto insuficiente, fue el avance más grande observado hasta el momento.

ETA empieza a callar y ahora todo apunta a que es de verdad. Ya no hay suficientes voluntades para esa guerra siempre caduca. Sí, están llegando al final del camino y parece que esta tregua no será ya para “repostar”. Faltan a la verdad quienes afirman que es más de lo mismo, que no hay paso significativo tras el vídeo de los encapuchados.

La izquierda abertzale no aceptaría ya un final de la tregua, no lo podrían soportar ni ética, ni mental, ni físicamente. El desgaste después de tantos años de batalla es muy grande. Ni el propio entorno de ETA permitiría ya la suprema hipocresía de un alto el fuego declarado con la exclusiva intención de rearmarse. En la T4 de Barajas la banda armada acabó con dos vidas y con inmenso cúmulo de anhelos concitados para entonces. La situación ahora es diferente desde el momento en que ha sido su propio entorno político, su propia gente la que les ha dicho “basta”. Ya entonces las bombas del macroaparcamiento supusieron un enorme jarro de agua fría para Otegi y su gente, cuya opción de exclusivas vías políticas se iba abriendo camino. Esa opción ha, por fin, vencido.

Han sido ya largos años de un importante sector no-violento del entorno abertzale ganando uno a uno los corazones para la paz. Hay quienes se han dado con tesón a la conquista de las voluntades más recalcitrantes de cara a un nuevo escenario y por fin han triunfado. El alto el fuego es el reflejo de su victoria, el resultado de su trabajo paciente y callado. En asambleas celebradas en todos los pueblos y barrios, las bases de la izquierda abertzale han apostado mayoritaria y decididamente por el fin de la violencia política y esa es la gran verdad, la gran noticia que apenas cantan los políticos y los media. Como consecuencia de ello, ha venido la segunda y también grata noticia del anuncio del alto el fuego.

Basta ya de marear la pelota. Ésta está en el tejado de todos, por supuesto y fundamentalmente en el de ETA, pero, ¿es que acaso no está también en el de un Gobierno del Estado que mantiene unas leyes, de partidos y electoral, partidista e interesadamente? ¿Es que acaso no tiene responsabilidad ese Gobierno que impide a los vascos decidir libremente su futuro, cuando así lo desea su parlamento soberano? ¿Es que a alguien se le pasa por la cabeza que ETA pudiera seguir atentando una vez derogadas esas ya anacrónicas leyes, una vez convocado ese vital referéndum? Nadie eluda sus responsabilidades, por menores que sean, en este momento trascendente.

ETA y su larga pesadilla pasarán al pasado. La historia juzgará todo el gran dolor sembrado. Sin embargo su ansiada desaparición difícilmente será de un día para otro, como todos quisiéramos. No podemos obviar la gradualidad de este tipo de procesos. Aún queda trecho. El Gobierno de Madrid debería hacer esfuerzos por apoyar y no dificultar esa tarea.

Es de una enorme responsabilidad política y moral poner obstáculos a la paz. ETA no puede negociar con el Estado, le sobra sangre y le falta legitimidad, pero la izquierda abertzale puede y debe participar en las instituciones democráticas. No hay otra vía para la paz. Urnas para todos, también para los que ayer se mancharon de sangre. ¿O es que ya no creemos en la rehabilitación de quienes erraron? Conocemos esa suerte de corazones duros que abundan en nuestro pueblo, corazones tenaces y orgullosos, que no absolutamente insensibles. Si no se les abren las urnas, pueden empezar a mirar de nuevo al monte. En ese caso, evidentemente sería responsabilidad suya, pero también, en una cierta y no desdeñable medida, de quienes les cerraron las vías políticas. Estamos llegando al punto de no retorno, pero para ello es imprescindible que se abran las puertas de ayuntamientos, diputaciones, parlamentos… a quienes ya han mostrado sinceras pruebas de querer participar en política con la razón y la palabra como exclusivos instrumentos.

Nos llamarán ingenuos, pero es siempre preferible escorarnos hacia un plus de confianza que hacia ese descorazonador escepticismo que invade todo y que trabaja con su potente fuerza mental para que no termine de amanecer tras nuestros montes. Se levanta ya el sol de la esperanza. Es difícil evitar que persistan algunos irreductibles, un fenómeno habitual en la extinción de todo conflicto político, pero poco a poco su violencia irá siendo cada vez más residual.

“Yo no les creo” titula su artículo un conocido político vasco en un importante medio de tirada estatal. Yo sí creo, yo sí les creo a todos esos millares de militantes abertzales que han cruzado el Rubicón más importante de sus vidas y que quieren inaugurar un tiempo definitivamente diferente. He visto a buenos amigos, tras intensos procesos, atravesar esa definitiva frontera y todo apunta a que en los últimos tiempos la han atravesado por millares. Yo sí les creo, creo que por fin han concluido que la violencia sólo trae a su vez más dolor y violencia y que sus legítimas aspiraciones pueden defenderse con el verbo y no con el hierro. Yo sí les creo, pero hay que ayudarles a creer. La fe se contagia, no se desanima.

Empiezan a enterrar el hierro y es preciso ayudarles a cavar el hoyo, no se puede dificultar su tarea imprescindible. El poder de la mente personal y colectiva es inconmensurable para agrandar ese hoyo. Cada uno de nosotros, con nuestra mente de esperanza o de escepticismo podemos enterrar o engrasar el último hierro mortal de la banda. Podamos ser fe en marcha ante la ola de escepticismo interesado que inunda la inmensa mayoría de los medios de comunicación. Podamos vencer la desesperanza, podamos juntos y juntas, corazón con corazón, codo con codo, construir por fin la anhelada y perpetua paz.

 
   |<  <<   1   >>  >|
NUEVO COMENTARIO SERVICIO DE AVISOS

 
  LISTA DE COMENTARIOS                 


Yo también creo... creo en aquel que un día pudo tomar (como otros) el camino del desencuentro y sin embargo decidió echar a andar por el del entendimiento. En él prospera la simiente del Nuevo Mundo.
 Luz   2010-09-09

    ALERTA   MODIFICAR   BORRAR