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EL JESÚS QUE DIBUJAMOS

El Jesús contemporáneo e impúdico, sin sangre, ni sufrimiento ha renovado feligresía, ha ganado muchos adeptos, ha logrado sumar infinidad de “likes”. ¿En la hora de la tentadora y poderosa inteligencia artificial, cuál es el Jesús que deseamos dibujar y modelar? Sobre fondo de alegre rojo, la pose moderna y "super start" no debiera necesariamente conquistarnos. En medio del barullo de nuestros días el mensaje inmortal de fraterno amor de Jesús necesita seguramente más decibelios y menos "photoshop". A la postre, ¿cómo seguir santificando en el siglo XXI la Semana en que el Nazareno se donó por entero a la humanidad?

El Hijo de Dios para hacerse Hombre y pasear por las estrechas calles de Triana quizás no necesite tan esmerado diseño gráfico. Logre por lo menos el escándalo de Salustiniano García acelerar los quietos “pasos” de la Semana Santa. El polémico cartel sirva para reflexiones y debates de más enjundia. La rígida costura de la severa tradición religiosa no la rompan por favor los bíceps inflamados del Rabí. Sea por otros costados horadada, suave, lenta y cuidadosamente rasgada. Al fin y al cabo, nos convence también un Mesías que no necesariamente fiche en gimnasio. Lo que importa son los desiertos y senderos de polvo y superior entrega a las espaldas.

Desde el Norte deberemos asomarnos con supremo respeto al balcón de la procesión andaluza. No obstante, la tradición siempre podrá ser, si no cuestionada, sí por lo menos repensada, sobre todo cuando no ha sido en muchos siglos renovada; cuando arrastra tantas pesadas cadenas por los suelos, aguanta tan descomunal peso sobre los hombros, deja correr real sangre sobre la piel viva o avanza descalza sin nada que amortigüe sus pasos… ¿Es el cuerpo casi desnudo, la carne a granel de Jesucristo la más adecuada para aumentar parroquia, para interrogar una tradición inmovilizada?

La tradición podrá ser amablemente interpelada si se empeña en la representación de un Cristo sufriente, siempre rodeado de espinas y crucificado. Al igual que los templarios y las fraternidades antiguas, necesitamos más del Cristo victorioso, resucitado, no por cierto eternamente clavado a un poste y "sine die" derrotado. La primavera quizás demande, después de más de dos mil años, renovar la iconografía del eterno dolor y sacrificio.

¿Al día de hoy cuál es el poster de Jesús que merecería la cabecera de nuestros lechos? Es también cuestionable llevar una hermosura tan pixelada a nuestros modernos altares. De cualquier forma, siempre convendrá renovar una tradición, máxime cuando el negro y el luto se apropian de ella, cuando ésta insiste en caminar de noche con antorchas, cuando oculta los rostros bajo trágicos cucuruchos. Siempre es positivo que el debate mueva lo intocable. Siempre revestirá interés el diálogo imprescindible que se ha de entablar entre el ayer anquilosado y el mañana impaciente, entre tradición y progreso. Raíces y vuelo puedan hallar un adoquinado de consenso donde encontrarse. Los sevillanos han sido en ese sentido valientes. Nos jugamos mucho en esa armonización imprescindible, pero quizás un Jesús tan sexuado no represente en este caso la innovación más necesaria.

Si hay algo que no emancipa, que no libera es el excesivo apego a la forma y no a la esencia, al cuerpo pasajero y no al alma inmortal.

Playa de Repibelo. Arteixo-Coruña 30 de Enero de 2024

 
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