Los pájaros y su encanto alado, diminuto llaman a la ventana. Reclaman su cuota de sésamo sin tostar, arroz viejo y migas sobrantes. Me ablandan el corazón desde primera hora de la mañana. No olvidan la ventana que picotearon el invierno pasado. La leñera guarda seca y abundante encina y en el frigorÃfico no falta comida. Mis dedos acarician de buena mañana un teclado con el cual puedo sembrar luz y esperanza por todo el mundo. ¿Qué más podemos pedirle a Dios y a la Vida que nos ha regalado…? Desde estas cuatro paredes puedo compartir pensamientos y sentimientos, ponerlos a saltar y volar. ¿Quién sabe hoy hasta dónde llegarán? Mientras que salte la ardilla y picotee el pájaro, nosotros también podremos sumar a la armonÃa del universo, sembrar semillas vigorosas, fértiles y prometedoras. Hace un dÃa de perros, vivimos un tiempo difÃcil, pero no andamos a la deriva. Por nada del mundo nos puede ganar la crisis, la apatÃa y la ventana sólo aparentemente triste. Las ardillas juguetean aún en la copa de nuestros bosques, los pájaros y su tierna presencia son en nuestros alféizares. La humanidad ha sido y es asistida. La guerra vuelve cercana cuando menos lo imaginábamos, hay demasiadas leñeras y frigorÃficos vacÃos. Aún vuelan misiles sobre las cabezas de nuestros hermanos, pero más allá de todo ello brilla una Tierra renacida. No lo pongamos en duda con la nariz pegada a la frÃa ventana. Hay un Amanecer inimaginable que se anuncia tras estos dÃas complicados. Podamos estar a la altura de lo que se aguarda de cada uno/a de nosotros/as. Podamos en algún momento llevar a nuestros labios la inmortal oración del monje Shantideva (siglo VII - VIII d.C.): “Mientras perdure el espacio y queden seres, hasta entonces, que yo también pueda permanecer para eliminar el sufrimiento del mundo.†Artaza 1 de diciembre de 2023 |
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