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“Todos los nombres”

El pasado domingo caminamos en Barcelona las más anchas avenidas. Hacia tiempo que no lo hacíamos en compañía de multitudes. Anduve buscando en aquellos rostros, mi rostro, en aquellos nombres mi propio nombre. Constaté el poder de los centenares de miles de almas unidas en pos de un mismo anhelo. En medio de ese océano de simpatías concertadas bajo el mismo sol, sobre el mismo asfalto, busqué también fidelidad a las sagradas e impactantes palabras del maestro budista, Thích Nhất Hạnh. Ni en los momentos de mayor fervor solidario, quise eludir su siempre desafiante invitación: "llamadme por mis verdaderos nombres,.... para que pueda abrir la puerta del amor y la compasión”.

En todo momento hemos de preguntarnos por los “otros nombres”, sobre todo cuando las mismas avenidas las pasean diferentes multitudes, cuando cunde la división, cuando la trinchera ocupa un exceso del ahora. Nuestros “otros nombres” llamarán siempre a nuestras puertas, estemos donde estemos, hasta que les demos paso y bienvenida. Los “otros nombres” se situarán en el momento más decisivo de nuestro Camino; están convocados cual constante e ineludible interpelación interior. Nos lo contaba de otra forma también el jesuita Javier Melloni en su conferencia magistral el día pasado en la Biblioteca de Pamplona: “Conocer es con-nacer, nacer con el otro”. Después daba una nueva vuelta de tuerca a la propia exigencia: “Cada vez que me autoafirmo, me separo de los demás”. Finalmente remataba: “Aquello que nace en nosotros necesita despojarnos."

Caminar “desnudos” por las avenidas de la gran ciudad es todavía una utopía, pero convendría el esfuerzo de despojarnos por lo menos de algunas vestiduras, de quedarnos con la esencia y su “kit” de valores más urgidos: libertad, justicia, solidaridad… Por eso traje a mi presente, a cada paso que avanzaba por Paralelo también a la otra Catalunya, la del otro rostro, la del otro nombre que miraba tras los visillos, tras las cortinas de sus hogares. En esa suerte de meditación andante quise abrazar a la otra humanidad hermana que tomaba el sol, que paseaba y jugaba en los parques lejanos al lazo amarillo.

"Llamadme con mis verdaderos nombres… " nos sugiere el popular maestro vietnamita. Me sentí levantando el retrato de los presos, pidiendo su libertad, me vi izando con fuerza esas telas con las que jugaba el viento, pero también me encontré agitando otros colores, sosteniendo otros mástiles por más que me resultaran por mi pasado, por mis circunstancias, más ajenos. Tenemos que ganar fuerza para sujetar todos los mástiles, para caminar todas las, avenidas, las de los unos, las de los otros, bajar hasta las olas por todos los Paralelos, intentar por último mirar con todos los ojos al horizonte de futuro. Deberemos hallar el poder interior para llamarnos con todos los nombres, para poder “abrir de par en par las puertas del amor y la compasión…”

Nos corresponde, nos corresponderá siempre abogar por la unión, por supuesto la unión ancha y diversa, por la hermandad humana ¿Alguien puede pensar que al final de esas largas, anchas y diversas avenidas hay otro horizonte? Nos toca abrazar las dos humanidades, las dos Españas, las dos Catalunyas. Ayer caminamos con la Catalunya movilizada, en preocupante medida perseguida, pero si mañana la otra Catalunya tras los visillos, tras las cortinas, fuera la perseguida, caminaríamos con ella, con sus mástiles y sus vientos. Iríamos bajo el mismo sol con ella, hasta el mar en cualquier mañana de domingo, en cualquier siempre esperanzada primavera.

Un rápido tren me pone de nuevo en mi casa. Justo al otro lado de una Urbasa que exhibe ufana tardía primavera, una población vive estos días con el corazón encogido, pendiente de un incomprensible juicio, de una severa Audiencia. Hemos nacido con el joven de Alsasua, hemos padecido la flagrante injusticia de tanta e incomprensible sombra por una noche desafortunada, sin tener que lamentar mayores consecuencias. Quizás nos corresponda ahora intentar nacer un poco con el guardia civil de la Sakana, con su universo aislado, en su isla de tan pocos puentes y amigos. ¿Será intentar nacer con el otro, con sus nombres, con su pasado, con sus dolores y circunstancias, al día de hoy, nuestro más interpelante desafío?

 
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