Podamos unirmos siempre, no sólo en la hora amarga. Podamos unirnos cuando el atentado, pero sobre todo cuando calla el estruendo, cuando las furgonetas respetan los carriles. Podamos unirnos más allá del dolor, podamos unirmos al clarear el dÃa y al caer la noche. Podamos unirnos cuando la sangre en las Ramblas, pero sobre todo cuando las avenidas desbordan vida. Podamos unirnos no importa la camiseta de fútbol, no importa el latido del corazón, no importa el acento de los labios... Podamos unirnos siempre el mar y la montaña, el centro y la periferia, la cruz y la media luna, la brisa y el cierzo, la tierra firme y las estrellas que ahora lloran y titilean... El dolor trae ya su recompensa en forma de corazones y voluntades acercados. Mañana la unión y la cooperación no salgan tan caros... “¡No hay banderas, no hay banderas!†gritaron en Barcelona cuando alguien quiso esgrimir la suya con la intención de sacar partido... Perdure el empeño unitario. No retrocederemos Rambla arriba… Las Ramblas nos siguen acompañando a un Mediterráneo en el que nos volvemos a encontrar, comerciar y civilizar. La barbarie nunca podrá con la civilización, con lo que hemos ido construyendo con barro y mármol, con brisa y respeto. A la vera del mar inmenso nos seguiremos encontrando, nunca arrollando… Gracias Barcelona por esta lección que no olvidaremos. |
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