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LLegamos con ellas

“No llego sola, llegamos todas...â€, clamaba el pasado primero de Octubre Claudia Sheinbaum en el Congreso de la nación azteca durante su discurso de proclamación como nueva y primera presidenta. Llegaron a ese Palacio vestidas de dignidad e indianidad, de gala y solemnidad. A ella y todas sus nobles voluntades podríamos acompañar otros muchos. Ojalá tanta poesía pueda aterrizar y encarnar en ese país tan hermano y tan herido.


Llegamos gustosos con la nueva presidenta. Tomamos de la mano a cuantas la acompañaron, a sus hijas, a sus sobrinas, por supuesto a sus abuelas y bisabuelas, por supuesto a las mujeres indígenas…, a todas las que elogió, a todas las que el pasado quiso borrar de su tablero. Además de bien acompañados, podamos llegarnos también con nuestros “líos†aclarados. Podríamos reencontrarnos, si no con las deudas borradas, no en balde han transcurrido más de cinco siglos, sí con las cuentas más sanadas. La nueva presidenta del país azteca contribuya, bastón presidencial en mano, a acercar nuestras orillas.

La cálida brisa caribeña no tuvo por qué haber acariciado aquellos peligrosos y amenazantes estandartes. Nosotros todos nos debíamos haber llegado a sus playas sin blandir extraños símbolos y orgullosas banderas, con la cruz escondida en el pecho y la espada en la bodega. Nos debíamos haber conquistado de otra manera, nunca a sangre y fuego.

Sin embargo, el perdón no se reclama, madura y se precipita solo. Tras quinientos otoños, el árbol de la historia no se agita en exceso. Nos debíamos perdonar de otra manera, como un anhelo irrefrenable que emana de nuestro profundo corazón. El valor del perdón estriba en su espontaneidad, en la liberación que representa para el alma colectiva. La solicitud de un perdón forzado pierde sentido.

Nosotros nos llegamos mal, no lo hicimos debidamente. No respetamos su vida sagrada, su civilización ancestral, su cultura en tantos aspectos sumamente adelantada… Nos sobró hasta el presente orgullo patrio, enaltecimiento de "hazaña conquistadora". Pero más de medio milenio dan también para comenzar a olvidar, para rehacerse, para determinarse a nacer de nuevo. Dan para ahogar el resentimiento, para comenzar a considerar reconciliación.
España tiene su asignatura pendiente y México podría también revisar su actitud actual con respecto a nosotros. España se engrandecería con el perdón y México soslayando cuentas que pueden haber caducado, evitando enajenamientos gratuitos.

España necesita pinchar el globo de su pretérita y pretendida gloria. El negro no debería teñir exclusivamente toda nuestra entera historia conquistadora, pero no son de recibo sus actuales tendencias de blanqueamiento. Yerra España porque se ennoblecería con una declaración institucional en la que bastaría decir que pudo haber sido de otra muy diferente manera, que medió muchas veces demasiada crueldad. Se enaltecería una corona acostumbrada a no dejar su pedestal, a no bajar al mundo, a pensar que todo lo hace bien.

Erró el México de López Obrador al enquistarse en el resentimiento, al disparar fuera, al alentar enemistades en el exterior, cuando lo que necesita es buscar alianzas para encarar los desbordantes desafíos de dentro, pobreza, violencia e inseguridad ciudadana por delante. Erró cuando flirteó con los bolivariarismos de hoy, con los regímenes autoritarios de Latinoamérica, reforzando crueldades y abusos igualmente injustificados.
La primera mujer presidenta de México marque distancia con respecto al encono. Mire más hacia adelante que hacia atrás. Pueda inaugurar más estrechas relaciones entre los dos países hermanos.

Velouriz 4 de Octubre de 2024
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