Proliferan los sÃntomas que certifican la caducidad de un modelo de civilización no sostenible y emergen aún de forma difusa, pero esperanzada los testimonios de una cultura más solidaria y sostenible, más respetuosa con la naturaleza, nuestros congéneres y la vida en general En la cocreación del otro mundo de esperanza, nos necesitamos todos. La masa crÃtica del “otro mundo posible†es tremendamente heterogénea, de ahà su riqueza, de ahà también su enorme desafÃo de armonización. El momento sumamente difÃcil que atraviesa la humanidad nos aboca a un doble reto de sumo compromiso y responsabilidad, al tiempo que a un esfuerzo sin precedentes de unidad. Estamos llamados crear las más anchas alianzas, a establecer redes, a tender imprescindibles puentes entre todos los creadores de una nueva cultura de más solidaridad, belleza, orden y respeto por cuanto existe. Estamos llamados a fomentar espacios de encuentro donde pulse y se desarrolle la nueva civilización basada en los valores superiores y eternos que cada vez más humanos compartimos. No sobra nadie en esta magna e histórica apuesta por el giro de rumbo civilizacional. El futuro reclama de nosotros un esfuerzo sin precedentes para acercarnos a todos los hombres y mujeres de buena voluntad y constituir una comunión sin precedentes en aras del nuevo mundo por nacer. La oposición a la guerra de Irak y sus multitudinarias manifestaciones a lo largo y ancho del mundo han sido ejemplo del “juntos podemosâ€. Frente a la guerra y la violación del orden y derecho internacional, hemos sabido y logrado apretar filas, avanzar todos unidos por las grandes avenidas. Está gestándose la mayor y más plural alianza de la historia. Está formándose la más amplia masa crÃtica de hombres y mujeres de buena voluntad, resueltos a ir a las causas de los problemas y a las lacras que acechan a la humanidad. Aún y con todo, esta alianza habrá de cohesionarse y aumentar, si queremos vencer la batalla al miedo, al terror, al oprobio, al materialismo depredador de la Tierra, al egoÃsmo explotador de seres humanos y de pueblos enteros... Si queremos dar en heredad a nuestras próximas generaciones una tierra más hermosa, justa y feliz, no podemos sino unirnos el mayor número posible de corazones y voluntades. No hay que ignorar las diferencias, pero tampoco sobrevalorarlas. La crÃtica situación planetaria nos invita a superar pretéritos recelos, y a crear la mayor red posible de actores de la sociedad civil, partidos polÃticos, instituciones y gobiernos al servicio de un orden más justo, de una civilización solidaria y en paz. No es difÃcil dilucidar los lÃmites de la gran alianza en gestación. Ésta acaba allá donde anida la sed de guerra y la falta de respeto a los derechos de personas y de pueblos, donde habita el racismo, el fundamentalismo de pensamientos y de credos, el materialismo inhumano, la competitividad atroz… La alianza llega hasta donde arranca el egoÃsmo depredador de geografÃas y recursos, de gentes y derechos, de la avaricia agresiva de tierras y de ideas que impone la corporación, la potencia, el credo, la ideologÃa única… La mayor alianza de los tiempos a favor del nuevo mundo se pinta de todos los colores y ninguno se impone, reúne todas las voces esperanzadas, pero ninguna calla a la otra, suma todas las sanas inquietudes y ninguna avasalla. El otro mundo más solidario y justo que nos aguarda, el que juntos, más pronto que tarde levantaremos, no puede permitirse fractura en su legión de constructores. De esa unidad sólo se escapan los que siguen apostando por el viejo orden de injusticia y separatividad, de violencia y explotación. La Tierra y las generaciones futuras claman ya por esa alianza imprescindible. ¡No les defraudemos! |
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