La Semana Santa y su convivencia grupal abrieron el paréntesis necesario. El bosque se torna aún más amigo en los momentos de interna agitación. Los largos paseos, los conciertos y silencios acercan al alma la paz y la claridad anheladas... Siempre nos veremos en la necesidad que testimoniar más amor de lo que conocemos por amor. Los dÃas en la carne son principalmente para ello. La Vida siempre nos abocará a la superación del rechazo, siempre se las arreglará para a acercarnos alguien a quien abrazar, ya en un entorno conocido de distancia corta, ya en otro de más lejanÃa. Esa persona no será precisamente la que nuestro yo pequeño querrÃa abrazar. La Vida siempre se la apañará para ponernos delante a alguien a quien amar y no apartar. El Cristo renace en nosotros al abrir los brazos para ese abrazo impostergable. Nuestras vidas nos conducen y abocan a esa reconciliación sin otra salida alguna. En ese abrazo hacia quien rechazamos ya a nuestro alrededor, ya en la una geografÃa más ancha, ya en el ámbito de la sociedad o la polÃtica, se juega nuestra evolución. En ese llegar a amar a nuestro adversario, se ubica seguramente una de nuestras más desafiantes apuestas de crecimiento. |
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