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Carga de ética

No sabemos lo que será de las 400 bombas que España prepara para Arabia Saudí. No se han logrado garantías de que el régimen feudal no las vaya a utilizar contra la población civil. Se enviarán por fin las 400 bombas inteligentes, pero las muy “listas” no nos dicen dónde harán diana. El contrato de las fragatas se ha salvado por lo tanto, lo que no sabemos es lo que ocurrirá con una lejana e indefensa población civil en la castigada Yemen.

En estos tiempos en que aún se pretende achicar tanto el mundo, en qué nuestros intereses personales pretenden sobreponerse al derecho de otros seres a algo tan esencial como la propia vida…, buscaremos ampararnos en las tan sabias como sencillas palabras del monje vietnamita, Thích Nhất Hạnh. Ya antes de enfermar nos había alertado seriamente del peligroso error de concebirnos como una conciencia individual separada de todos los demás seres vivos. Antes de callar el monje zen, ahora retirado en Tahilandia, nos lo había dejado caer con suprema claridad: “No puedes medrar por ti mismo, necesitas progresar con los demás.”

El eterno candidato a Nobel por la paz nos invita a “interser” con los demás, no a ser por y para nosotros mismos: "Si en nuestra vida diaria podemos sonreír, si podemos ser pacíficos y felices, no sólo nosotros, sino que todos los seres se beneficiarán de ello.” Si podemos por lo tanto no fabricar y exportar dolor, todos los seres se beneficiarán de ello.

El Maestro cuya caudal de compasión nos ha cautivado a tantos, nos anima a actualizar y comprender en este presente momento nuestra relación con todos los seres, a no concebirnos aislados. Mi pan, mi contrato laboral ha de “interser” con el otro, por bien lejano desierto en el que se halle ese otro. Mi “carga de trabajo” no deberá ser a cualquier precio, al precio incluso de la guerra y el dolor ajeno. Está llegando la hora de dejar de sacralizar cualquier trabajo, de reivindicarlo por encima del resto de principios y valores humanos. Nuestra reivindicación ha de ser una con la reivindicaciones globales, con la defensa de la Vida.

Si “inter-somos” no exportaremos bombas y maquinaria de guerra a un país de dudosos principios de democráticos. Somos uno con nuestro prójimo también en las situaciones de más apuro. El pan de nuestros hijos no es a cualquier coste. La actual situación de precariedad de empleo ha supuesto la sacralización del trabajo, sea lo que sea lo que proporcione o produzca. Sin embargo cualquier trabajo no es ético, ni solidario, ni sostenible… Hemos de saber en qué invertimos nuestra fuerza e inteligencia. Hemos de saber qué mundo estamos contribuyendo a construir desde nuestro puesto en la cadena de una fábrica.

Cualquier empleo no es por lo tanto un bien supremo. Será preciso analizar si nuestro trabajo es en favor de la integridad física de las personas y los derechos humanos o por el contrario representa una amenaza. Será preciso observar el servicio y el bien que realiza a la humanidad en general, sin fronteras de ningún orden. Somos una gran comunidad humana y mi propio beneficio nunca debería ser a costa de la Vida, a costa de la Creación, de los Reinos que la conforman sobre el planeta.

Han cortado carreteras, han hecho paros y huelgas en demanda de "carga de trabajo", pero la “carga de trabajo” para uno, no puede representar una “carga de dolor” para otro. Ya lo dijeron los mayas, que a su forma ya practicaban en la selva lacandona su budismo de compasión: “In La Kech, Hala K’in”. Es decir “Yo soy el otro tú, tú eres mi otro yo”. "Carga de trabajo" es el eufemismo del que convendría prescindir si deseamos afrontar con una mayor "carga de ética" nuestro propio destino.

Artaza 14 de Septiembre de 2018

 
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