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¿Sin noticias de Dios?

Penélope Cruz y Vitoria Abril insisten en su parte cinematográfico que no hay noticias de Dios, sin embargo la realidad pareciera querer indicarnos algo diferente.Las pantallas no mienten y el alza de una película y de su género se mide por el mercurio de los ingresos. El mercurio de otras taquillas en estos días confirma que sí hay noticias de Dios, demanda de aproximarse a Su misterio sin tiempo. Hoy podemos encontrar como nunca el sello de lo enigmático y mágico en las carteleras.

"Sin noticias de Dios" claman las famosas actrices españolas en su recién estrenado largo, pero las salas se llenan de películas que nos empujan  más allá de esta realidad tan tangible, como estrecha. "Harry Potter" y el "Señor de los anillos" triunfaron en las librerías y ahora lo hacen en las salas. Películas como "Atlantis" refuerzan también esta tendencia al alza del género mágico y fantasioso.

El público, sobre todo infantil, ya se ha pronunciado. ¿Hay todavía algún padre-madre o educador que no se haya percatado que los pequeños suspiran por la magia en las aulas, en el hogar, en la vida…, que ya se hartaron de la consola del videojuego y de los afluentes del Ebro recitados de memoria?
 
El éxito de este género desborda el marco infantil y nos invita a una reflexión más generalizada. En el celuloide están impresas las tendencias de nuestra sociedad actual. Una primera lectura apunta hacia una voluntad creciente de traspasar lo convenido y lo ensayado, de saltar a lo invisible e intangible. Como si la realidad cercana y material se develara de día en día más limitada. Las nuevas tecnologías de la creación digital y la comunicación vienen a socorrer al hombre en este anhelo desmesurado de hurgar lo desconocido.

Las salas de cine quizá demuestren, como ningún otro escenario, nuestras ganas de traspasar una realidad ya asimilada, de superar el raciocinio dominante, de huir de una civilización materialista ya agotada. Las pantallas ponen de manifiesto una voluntad, cada día más definida, de refundar una sociedad basada en otros valores. La violencia, el mal gusto y el sexo comercializado pugnan junto a creaciones de suprema belleza, genialidad y fantasía por hacerse con los ojos de los espectadores. El celuloide nos muestra una disyuntiva en la que cada vez hay menos espacio para las medias tintas.
 
Las largas filas en todas las ciudades del mundo delante de los cines, presididos por el castillo de Harry Potter en grandes carteles, ponen de manifiesto esas incontenidas ganas de salir de unas coordenadas programadas en exceso, de avanzar, con la linterna de la buena voluntad y el corazón abierto, más allá de lo diseñado, entre otras poderosas razones porque lo conocido no terminamos de apañarlo bien, entre otras evidentes causas porque lo ya trazado no está hecho a corte, medida y necesidad de todos.

Quizá algún día nuestro estómago se embote de palomitas, quizá nos cansemos de hacer cola a la puerta de un cine y reparemos en que podemos dar vida al celuloide, sacar el ensueño de las pantallas y desenrollarlo sobre el escenario de la realidad. Quizá reparemos en que precisamente el cometido de nuestra existencia era encarnar lo más fantástico y elevado que pueda rondar nuestras mentes.

Algún día nos levantaremos de la butaca, dejaremos de ser meros espectadores de lo mágico y nos pondremos nosotros a insuflar por doquier pequeñas dosis de magia, sortilegio blanco del amor en nuestros centros de trabajo, de estudio, en nuestros hogares, en las calles… Entonces la propia realidad adquirirá los rasgos arrebatadores que hoy sólo admiramos en las dos dimensiones de las pantallas.

Sí hay noticias de Dios, lo que pasa es que se lo "monta" diferente, se cansó de sus emisarios de sotana negra, de Su verbo tornado dogma y catecismo. Ahora se sirve de creadores, escritores y cineastas, de niños con gafas de sueños, de señores con anillos de eterna sabiduría, de las mil y un historias y leyendas que basta soplar con hálito de amor para hacerlas de nuevo realidad.
Sí hay noticias de Dios, lo que sucede es que apenas afinamos Sintonía en el dial de nuestros días, apenas reaccionamos después de tanto tiempo desconectados, apenas estamos agotando este pasado de visión tan recortada, de soledad y de hastío de nuestra propia mente y ombligo, apenas empezamos a enmendar recelos que tienen más que ver con la historia y las formas que con el Fondo.
Sí hay noticias de Dios, lo que ocurre es que hay que atreverse a abrir su sobre de invitaciones declinadas, cliclear su mail de "attachment" siempre comprometido, siempre arriesgado, su bomba de relojería frente a la mente candada por raciocinio, el temor, el egoísmo y la complicidad con lo injustamente establecido.
Sí hay noticias de Dios, lo que pasa es que son tan recientes que apenas salimos de nuestro asombro por Su paciencia, apenas comprobamos la veracidad de Su remite, apenas improvisamos respuesta.
Sí hay noticias de Dios, apenas nos vaciamos de otras noticias que saturaron nuestro buzón por tanto tiempo, apenas sellamos con corcho la botella de la fe sin apellido y la esperanza sin frontera, apenas lanzamos al océano de libros y pantallas la precipitada respuesta de "bienvenida".
En la Navidad dicen que Dios lanza una especial luz sobre Sus noticias, que las escribe en caracteres más profundos, más sonados, no necesariamente con alumbrado de neón, ni con brillantes lazos de regalo. Las graba en la nieve de las grande montañas y en el corazón de las más diminutas flores, en el gozo de la paz y en la lección de la guerra, en los hogares de puertas abiertas, en los corazones comprimidos… No oculta sus copias, sus celestes misivas son, si cabe, estos días más universales. Casi siempre con renglones bien rectos, a veces, ya por poco tiempo, con algún renglón más amargo.   

 
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