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EL TELÉFONO Y LA BOMBA

Con el acto más inocente que uno pueda llegar imaginar, estaban poniendo fin a su vida en la carne. En la pasada noche de Nochevieja unos soldados rusos en la Ucrania invadida felicitaban a sus familiares y amigos el nuevo año, pero no sabían que con ese abrazo telefónico estaban sellando su sentencia de muerte. Los militares ucranianos localizaron las comunicaciones y decenas de reclutas murieron al impactar el misil lanzado en el edificio donde se encontraban.

El teléfono no era para atraer bombas. El GPS era para cuando nos perdíamos en la nieve, para cuando nos despistábamos en el corazón del bosque, no para hallar la ubicación del hermano y saltarlo por los aires. Los drones, que servían para tomar conciencia desde la altura de la maravilla que constituye la tierra, se usan para matar soldados en masa. La guerra aventaja a la paz en aquello de inaugurar tecnología.

Los móviles valían para comunicarnos con más rapidez y fluidez, no para sellar la plaza, impedir el juego, sustituir la fiesta, alejar a los amigos… Internet, que estaba destinado a auspiciar un mundo más interconectado, a hacer correr información emancipadora y liberadora, es utilizado para atender a los más bajos deseos de nuestra naturaleza inferior. Las Redes sociales que estaban para fomentar Reino de Hermanos, para acercarnos más entre los humanos, se quedan en lo superficial, en lo aparente, con mermadas posibilidades de conectarse a nivel más serio y verdadero.

Todo progreso, y en nuestros días se prodigan por doquier en todos los ámbitos, tiene una superior finalidad. Es imprescindible dar con ella, de lo contrario se nos escapará y nos jugará una mala pasada. Se nos regalan tantos medios, pero aún no tenemos la conciencia suficientemente desarrollada para hacer un correcto uso.

¿Qué hemos hecho con tan maravillosos “inventos”, con esa increíble tecnología que el Cielo ha decidido poner, aún con todos los riesgos, en las peligrosas manos de los humanos? Los ejemplos no tendrían fin. Los grandes tractores que podían ayudarnos a mover la tierra, se usan para envenenarla y así producir más. La energía nuclear cuya finalidad mediante la fusión pronto se irá revelando, se emplea para dar el "jaque mate" en las guerras y acabar con el contrario. Y así podríamos seguir… La alta fidelidad que era para bajar a la tierra la música de las superiores esferas, sirve a menudo para crear infiernos de ruido en locales cerrados. Las ciudades que eran para reunirnos en una terraza, en un mercado, en una biblioteca…, se han convertido en espacios tan concurridos, como contaminados e insanos...

No es cuestión de intentar frenar a estas alturas un desarrollo y tecnología ya imparables, sino de adquirir la responsabilidad indispensable para el correcto uso, para facilitarnos la vida y no deteriorarla, no destruirla, para posibilitar en definitiva un desarrollo integral del humano. La tecnología corre más que la conciencia, tantas veces sin poder alcanzarla. Algo así ocurrió cuando la Atlántida y vino la autodestrucción. No repitamos el error, aprendamos de nuestra propia y ya olvidada historia, extraigamos las enseñanzas imprescindibles.

Artaza 10 de Enero de 2023

 
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