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De la crisis haremos una esperanza (I)

Otra mirada sobre la pandemia.  
No estamos encerrados; nos hemos dado un tiempo para vislumbrar una civilización más consciente y respetuosa. No estamos encerrados, estamos alumbrando un mundo nuevo, estamos recapitulando en qué hemos errado, cómo lo podemos hacer mejor. Hemos llegado a un punto crítico y estamos reconsiderando nuestra forma de vida en el pasado.

Los tabiques eran mera ilusión. No estamos encerrados porque estamos unidos, porque estamos más centrados, porque hemos trazado una unión interna de corazones, estamos pensando los unos en los otros, sintiendo cada quien desde su rincón la fuerza de la Comunión.

21 de Marzo

Han cambiado mucho los tiempos, pero más nuestra conciencia. Yo tampoco era de los de abrazo fácil para con el uniformado, tantas veces tropezamos, y ahora sin embargo lo estrecho también fuerte junto a mi pecho. El desarrollo de la conciencia se evidencia en la necesidad de ensanchar el abrazo.
Jamás en nuestra vida habíamos visto nada semejante. El coronavirus galopa, pero el virus más peligroso de la separatividad ha sido herido de muerte. El dolor está ya trayendo su debida recompensa en forma de más solidaridad y unión. La armonía y la cordialidad se expanden, la convivencia mejora, se supera.

Arranca la guerra contra la pandemia, pero finaliza esa otra guerra más larga que nos mantuvo separados. Es verdad que está muriendo mucha gente por causa del coronavirus, pero también, a causa de esta crisis, están ocurriendo milagros que antes jamás hubiéramos concebido. Hay abismos que se están deshaciendo. Hay que haber vivido en el País Vasco en las últimas décadas para constatar el milagro que, sola de por sí, representa esta imagen. No tengan que caer más agentes para volver a verla.

20 de Marzo

Una furgoneta familiar anuncia pan caliente por las calles de una aldea tranquila; una primavera silenciosa se da a conocer alrededor de nuestro caserío con bocina mucho más discreta. El pájaro no necesita claxon para compartirnos que construye feliz nueva morada. Las nubes no dejan de bailar al son de un viento ya templado. La vida no se ha detenido, sólo un breve paréntesis para permitirnos a nosotros y nosotras sumar los mejores materiales para el ancho nido planetario, construir nueva y más solidaria Tierra, encarnar olvidada esperanza y poderosa primavera. 


Los mutuos y elogiosos aplausos no se detengan. El miramiento por el otro se perpetúe. “En su día no reuní valor suficiente para marchar a África y ahora África ha venido a mí…”, nos comparte, igual de feliz que el pájaro, una valiente y entregada enfermera amiga. En realidad, África nos ha llegado a todos y, como decía el lehendakari, éste es el momento en que podemos dar lo mejor de nosotros mismos. Éste es el momento de la entrega grande y sincera que siempre habíamos aguardado y que ahora de repente, con estos pelos cargados de canas, con este apego de mullida butaca, se nos brinda…

19 de Marzo

Ahora que marcha ese amago de invierno, el mayor problema sería que el corazón unido se enfriara, que ya no hiciéramos sabroso bizcocho para toda la escalera, que dejáramos de cantar poderosas «arias» en los balcones de unas ciudades sin «Covi 19». El único error sería que el vecino volviera a ser extraño, que todo de nuevo como en el pasado, antes que ese coronavirus omnipresente irrumpiera en nuestras vidas y vocabulario.

Ojalá toda esta crisis represente un parteaguas. Se impone el «antes y después», la fractura con todo lo caduco o lo que es lo mismo lo antiguo, lo separado, lo insolidario. El gran fallo sería que el desafío del virus no revirtiera en positivo. El mayúsculo error sería no aprovechar esta preciosa crisis para dar un gran salto en nuestra conciencia colectiva. El final fatal sería que a la postre nada hubiera cambiado; que una vez el virus controlado (nos cuesta utilizar la palabra vencido para un ser vivo), las distancias no cayeran; que después de haber vivido la lúgubre separación, los más sólidos tabiques no se desplomaran; que las fronteras de todo orden no desaparecieran. El virus ha hecho que aflorara la inconsciencia de haber permanecido tanto tiempo separados, ha evidenciado cuánto nos necesitamos los unos a los otros.

El precio pagado no sea en balde. “Volveremos a juntarnos…”, “Romperemos ese metro de distancia entre tú y yo…” “Ya no habrá una distancia…”, no sean sólo frases bonitas que saltan raudas de móvil en móvil. Podamos hacer todo ello realidad. Que no sean sólo canciones que casi automáticamente nos aprestamos a compartir con nuestros contactos y grupos de whasap. Podamos encarnar lo que a toda velocidad tecleamos.

Nada nos ha unido como este bichito que en realidad no era “chino”. Le hemos mirado a los ojos y no los tiene rasgados, como proclama Trump. Se ha hecho presente por doquier, porque no había otra forma de relegar esa otra pandemia mucho más peligrosa y letal de la separatividad.
¡El Amor, Origen de cuanto late, nos mantenga, más allá de esta crisis, por siempre unidos/as!

17 de Marzo

Benditos/as quienes vuelan con misión cumplida, más allá de todo tabique y terrenales cuarentenas. En medio de los papeles que regalo a la hoguera aparecen las letras de cariño joven, la mirada sepultada, la carta de tu padre que te arranca la lágrima…

Un fuego feliz, a veces entusiasmado devora ya tanto que no servía. ¿Qué hacían en mis cajones las ofertas telefónicas de hace diez años, las garantías de aparatos que se quemaron o los apuntes de bancos a los que nunca volveré…? Agradezco a este virus que se ha demostrado el único capaz de poner un poco de orden en mis papeles y en mi vida. Los anteriores esfuerzos fracasaron… Un poco de orden en nuestras vidas nos permite hallar los contados recuerdos, las fotos gastadas, los poemas aún frescos… llamados a perdurar y envejecer contigo.

Aún es el caos absoluto, pero pronto comienza la nueva y ordenada vida, con las facturas quemadas y los versos recuperados. Cuando pones un poco de orden y armonía alrededor no imaginas como podías vivir sin ellos. El virus sigue pujando fuerte por nuestro colectivo amanecer…

15 de Marzo

Nos alegramos de poder hoy rectificar. Resulta que tenían razón los que decían que éramos una gran nación. Les damos con gusto todo el crédito. Nos devuelven la fe unos responsables públicos mirando de frente, hablando desde adentro, un personal sanitario dándolo todo, una ciudadanía que aguanta valiente y no franquea la puerta…

A la postre, tras convulsa historia, sí lo debíamos ser. Nos olvidamos de ello cuando las porras se estrellaron en las espaldas de nuestros hermanos catalanes, cuando nobles políticos tomaron el camino de la cárcel, cuando no pudieron siquiera ver nacer a sus hijos… Perdimos esa fe que ahora ha «contagiado» la crisis, nos ha devuelto el virus.

No deseamos incomodar a nadie. Si recapitulamos es sólo para rectificarnos colectivamente y reorientarnos. Sí, hoy sí somos una gran nación; una nación de naciones solidaria, una variada ciudadanía unida y compenetrada tras un gobierno progresista, entregado, eficaz, volcado en el bien común. No dejemos de remar unidos, de respetarnos en las diferencias, de sentirnos solidarios y comprometidos no sólo entre nosotros/as, sino también con el conjunto de la humanidad.

Tras éste, otros grandes desafíos como el cambio del clima, el hambre, el asilo a los refugiados…, nos aguardan a la ciudadanía de aquí y del mundo entero. Vamos a perpetuarnos unidos como ese solo cuerpo que hoy, por «culpa» de ese extraño virus, encarnamos.

14 Marzo

No estamos encerrados; nos hemos dado un tiempo para vislumbrar una civilización más consciente y respetuosa. No estamos encerrados, estamos alumbrando un mundo nuevo, estamos recapitulando en qué hemos errado, cómo lo podemos hacer mejor. Hemos llegado a un punto crítico y estamos reconsiderando nuestra forma de vida en el pasado.

Los tabiques eran mera ilusión. No estamos encerrados porque estamos unidos, porque estamos más centrados, porque hemos trazado una unión interna de corazones, estamos pensando los unos en los otros, sintiendo cada quien desde su rincón la fuerza de la Comunión.

Hemos logrado parar el mundo. De repente se nos presenta a todos/as a la vez, de forma simultánea, la oportunidad de arrinconar lo accesorio y de volcar para dentro y diseñar otro futuro. La oportunidad de plantarnos ante lo sustantivo de la vida, de atender a las preguntas fundamentales, de mirar siquiera de reojo a la llamada muerte.

¿Sabremos aprovechar la oportunidad? Éste era quizás el retiro, el recogimiento, la desconexión de lo ordinario que colectivamente necesitábamos. No regalemos a Netflix este privilegio. Estamos en nuestras diferentes casas, pero a la vez conectados en un mismo latido, en un mismo anhelo, en una misma determinación de iniciar una etapa definitivamente diferente.



13 de Marzo

Siempre hay luz tras la aparente y generalizada oscuridad. Sólo hay que buscarla y aventarla. El virus nos obsequia también titulares cargados de conciencia y esperanza. Capté la frase al vuelo en la televisión, pero decía algo así como “Vamos a dejar de abrazarnos, para abrazarnos después con más fuerza…” La sentencia, rebosante de poesía y madurez, no era de ningún «gurú de nueva era», sino del primer ministro italiano, Giuseppe Conte.

Todos estamos sacando lo mejor de nosotros mismos/as ante el desafío y los políticos también, los nuestros inclusive. Hay que abandonar la «conspiranoia» de creer que hay un laboratorio escondido en el que políticos y científicos oscuros han urdido un nuevo virus para inocular miedo en la población. La «conspiranoia» vuelve a separar el mundo entre buenos y malos y nos exime de responsabilidades. Hemos de empezar a pensar más en clave colectiva: Juntos /as hemos cometido el error de violar las Leyes naturales, juntos hemos de salir de la crisis, con responsabilidad y conciencia, juntos volver a la senda de armonía con la Ley.

12 de Marzo

No hay ningún mal que no provenga de un quebrantamiento de la Ley con mayúsculas. En medio de un temor muy colectivizado que se expande en estos días a causa del coronavirus, conviene rendirnos a una Inteligencia y Voluntad superiores. Si realmente viene el azote epidémico es que, de alguna forma aún insospechada, lo hemos sembrado. En algún momento hemos violado la Ley natural y será preciso explorar dónde, cuándo y cómo lo hemos hecho.

Si importante es adoptar las medidas de prevención que emanan de las autoridades sanitarias, no lo es menos tomar conciencia de que estamos en las manos de Dios. Afirmar esto no implica una fe ciega, una religión infantil, sino una conciencia de que hay un Plan Superior a nivel personal y colectivo que nos desborda, pero que siempre estará orientado, pese a las apariencias, hacia aquello que nos beneficia evolutivamente. Las consecuencias nos llevarán tarde o temprano a rectificar.

Si a pesar de todas las barreras y obstáculos que le ponemos al tan impopular y novedoso virus, éste termina por saltárselos todos y entrar en nuestros cuerpos, en nuestras vidas, será también que algún tipo de insospechada lección nos traía. Esto no es bajar la guardia, es aceptar lo que el Plan demanda. La casualidad no existe, es sólo desconocimiento de la Ley, deberemos repetir una y otra vez.

Esto evita no sólo pánicos injustificados, temores que deterioran nuestra vida y convivencia, también por ejemplo absurdas esperas con un carro gigante en la cola del supermercado. Hemos de atender a las pautas que oficialmente nos dictan y hemos también de atender a la Ley del Amor y la Solidaridad Universal. Aquí no se “salva” quien más alimentos acumule en su despensa; aquí se “salva”, entre otros muchos/as, quien más servicio y altruismo en estos momentos de graduación y prueba colectivas, derroche hacia sus semejantes.

 
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