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Nos levantaremos de nuevo...

Ya no recuerdo una tarde cargada con tanta paz. Vuelvo a la ventana. Tras tiempo de agitación y movimiento, me anclo de nuevo a su vera. No sé si debí haberla dejado, no sé si debimos haber recorrido los mil y un caminos en busca de la casa añorada, de la comunidad pendiente… Sólo me consta que sobró agitación y palabra. Nos engulló el verbo. Su fascinación superó los hechos. ¿Será la discreción la asignatura pendiente? Las teclas son blandas, fáciles, accesibles…, pero hay que saber también apartarlas. Hablamos mucho, pero alcanzamos menos.

Sí, el proyecto nos lo tumbaron desde fuera, pero ¿estábamos preparados por dentro? No para escribir novelas enteras sobre el alto ideal de la fraternidad, sino para comenzar a vivirla en realidad, para anclarla en el terreno a veces tan abrupto. Vuelvo a la ventana. No sé si debí algún momento haber de aquí salido. Todo está bien mientras que no olvidemos las lecciones, mientras que la próxima intentona sea más certera, más discreta, intencionalmente más pura.

Si no hubiera visto a esa "sangha" maravillosa que canta, ríe, medita y camina junta, seguramente me seguiría diciendo que estábamos listos, pero llegaron los monjes poniendo todo patas arriba. Les perseguí de una ciudad, de un asfalto en otro. No les perdí un instante la atención. Les vi una y otra vez cantar como un sólo ser; juntar todos al unísono sus manos en una devoción sublime y terminaron de noquearme, de vapulear mis ya resquebrajados esquemas comunitarios. Todo empequeñeció de repente ante aquellas melodías de otro mundo, ante tamaño alarde de amor, servicio y compasión. Delante de uno y otro estrado me vi desandando etapas, reorientando proyectos, apaciguando atropellos. El suave y conmovedor "Avalokitesvhara" quebró una masa, un cemento que parecía cuajado, pero sugirió fórmulas más sólidas y perdurables.

Buena parte de la culpa la tienen esos oportunos "monásticos" que han obligado a revisarlo todo. Lo hemos intentado y no lo hemos logrado, por lo menos en primer asalto. Siento una gran liberación al reconocer cierto fracaso, seguramente porque Dios nos dará fuerza mañana para volvernos a levantar con más luz, con más fuerza, con más humildad.

Lo hemos intentado, pero por ahora no lo hemos conseguido. Nos faltaba seguramente más piña entre nosotros y más monedas en el bolsillo. ¿Parimos sueños demasiado grandes o nuestro grado de preparación y unión mutua todavía era pequeño? No sé porqué me asalta tanta liberación al teclear estas letras. Seguramente nos terminó de agotar ese tono siempre tan triunfante.

La serena tarde agrieta paredes interiores. Por una rendija se escapa esta brisa de sinceridad que roza la debilidad y sin embargo sobrevienen toneladas de paz. ¿No sé de dónde llega esta liberación, esta repentina tranquilidad? Será por volver a la ventana, por el tiempo libre que se abre ahora por delante, será por las flores que le llevaré a ella, por esa luna de miel tardía que disfrutaremos juntos…

A fe que lo intentamos, ¿pero era llegada la hora? Lo dimos todo, pero seguramente ese todo no ha quedado en nada. Queda el proyecto, quedan los ideales a falta sólo de ladrillos y argamasa, a falta de unas voluntades más unidas y unas almas más maduras. El Cielo me perdone si este desnudo es demasiado integral, si el "face" refuerza en exceso la personalidad, si este confesionario es de otro templo..., pero quizás ocurra también que estamos en una misma sintonía, implicados en un mismo y superior Afán y que los errores que cometemos unos pueden servir para no repetirlos otros.

Hay un hermano que ya está ordenando piedras en una montaña perdida de Galicia, seguramente iré a ayudar también a ese entrañable loco. Al final el bandido de él tendría la razón. Su piedras se van abrillantando, sus techos cobijando. Al final las ruinas entre la niebla, la vieja casa del Camino van poco a poco prosperando. ¡Bendito sea Dios!

 
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