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Tristes sombras

Iba a escribir sobre un hombre en la sombra, un amigo de hace más de treinta años, un pacifista abertzale que Garzón ha puesto entre rejas. Iba a hacer unas líneas sobre su encarcelamiento injusto, sobre su noche sin sentido… En eso los desayunos de sangre de Capbreton, en eso una sombra aún más absurda, unas rejas aún más a destiempo y así tengo que olvidarme de Sabino Ormazabal, tengo que dejar a un lado a un amigo y líder de tantas justas y encomiables causas. Lo tengo que abandonar en su celda de Soto de Real recién estrenada y ocuparme de otro amigo, que no conozco, pero que también es mi hermano. Tengo que ocuparme de una injusticia más flagrante, de una osadía más feroz.

Si no tiene sentido el encarcelamiento de quien desde hace seis años organiza las jornadas de no-violencia en el Palacio de Miramar de Donostia ( www.noviolenciactiva.org ), de quien es uno de los principales promotores de los círculos de silencio y encuentro por la paz en el Boulevard de la misma ciudad, “Egin bidea pakeari†( www.blogak.com/abramoscaminoalapaz ); si no tiene sentido el macrojuicio del sumario 18/98, ese pescar con redes anchas y algo ajadas de rencor, menos lo tiene el gatillazo brutal, la vida física negada, la juventud truncada de Raúl Centeno, la herida muy grave de su compañero. No por vestir uniforme el guardia civil leonés es menos amigo, que Sabino a quien tanto debo el ejemplo de un liderazgo militante, siempre humilde, clarividente y abnegado en los años mozos.

Reclamo libertad para este preso de conciencia, pero antes que nada demando el derecho a la vida de quienes están en la lista de la macabra organización armada. Reivindico ante el juez Garzón, que Sabino pueda seguir trabajando en lo que ha empleado toda su vida, la ecología, el pacifismo y el derecho a decidir del pueblo vasco, pero aún con más fuerza y al igual que la inmensa mayoría de la sociedad, reclamo la desaparición de la organización que tanto sufrimiento y odio ha generado y que bajo ningún concepto, ni ideal, puede seguir arrogándose el derecho al aliento del prójimo.

Me perdone Sabino este olvido, me perdone estas letras que apenas taladran barrotes, pero es que la vida y su pálpito en cualquiera de sus formas, es nuestra primera y más inaplazable reivindicación. No flaqueemos, son las últimas sombras: la de Sabino a pie de la sierra madrileña, la otra aún más grave del absurdo de matar para triunfar. Tristes triunfos, triste patria cimentada sobre tanto dolor ajeno.

Son las últimas sombras. Nos negamos a estas alturas de la historia a seguir saltando de la una a la otra. Saturamos el cupo de dolor y sinsentido. Este sufrimiento no puede dar más de sí en la Europa del siglo XXI. Pueda Sabino en breve sentarse en la silla de los jueves de “Abramos camino a la pazâ€, seguir promoviendo loables iniciativas como siempre hasta el presente. Puedan todos los guardias civiles y policías desayunar en paz, apurar sin temor su café, sin pago en plomo, sin amenaza de brutal bala a la salida del establecimiento.

No se prolonguen las tristes sombras, las sentencias desafortunadas, los plomos desorientados. Abramos todos, ayudados de justo análisis, compresión y generosidad, camino a la definitiva paz.

 
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