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Ciudad del sol, ciudad de las nieves

La ciudad de Nairobi, capital de Kenya, se autoproclamó, el pasado domingo, ''la ciudad del sol'', al comenzar por la mañana en el Centro Deportivo Internacional “Moi de Kasarani” las actividades organizadas en el marco del séptimo Foro Social Mundial (FSM). Tres días más tarde, mucho más al Norte, en el centro de Europa, la ciudad de Davos acogía a líderes y académicos venidos de todo el mundo, con la finalidad de abordar durante cinco jornadas los retos políticos y económicos globales. Ambos importantes foros internacionales encaraban los grandes desafíos de la humanidad hoy.

En el Norte y en el Sur, en el África Subsahariana y en medio de la blanca suiza se reúnen hombres y mujeres de buena voluntad con el mismo objetivo de reflexionar y buscar soluciones en medio de la encrucijada de nuestros días. La ciudad del sol concitaba activistas sociales y alternativos, la ciudad de las nieves a políticos, economistas y personajes de la cultura. En la primera, marchas reivindicativas, color, arte y debate multitudinario, en la segunda protocolo, corbatas y debate limitado; en la primera desenfado, espontaneidad, en la segunda diplomacia y sobriedad; en la primera contestación, en la segunda “establishment”. Sin embargo unos y otros se necesitan. Sus visiones se complementan. Los 2.400 dirigentes políticos y económicos mundiales de Davos han de nutrirse del aporte de la ciudadanía organizada, precisan de sus propuestas alternativas al orden imperante, su creatividad, su energía liberadora. Las decenas de miles de activistas de Nairobi ven progresar sensiblemente su labor cuando ésta es apoyada por instancias de un poder con intencionalidad pura y desinteresada.

El Foro Económico de Davos y el Foro Social Mundial están llamados a acercar sus posiciones y a nutrirse, no a lidiar. En unos momentos tan críticos para el planeta es necesaria la suma de todas las voluntades a favor del otro mundo “posible”. No nos podemos permitir el lujo de tanta distancia entre ambos entornos.

El antagonismo entre uno y otro debería ceder, pues no beneficia a la comunidad internacional. Prima que quienes acuden a la ciudad de las nieves pongan por encima de todo el bien común sobre el propio, que quienes vuelen a la ciudad del sol, quiten hierro a su discurso, busquen concienciar, si es necesario denunciar, pero no confrontar dura y sistemáticamente. Al fin y al cabo, nos jugamos el futuro del planeta, un mañana que demanda la más amplia de las alianzas. No sobra nadie en la ciudad de sol, tampoco en la de las nieves. Todas las voluntades son pocas en el momento más difícil, al tiempo que esperanzador, que jamás haya atravesado la humanidad. No hay dos trincheras, no hay dos batallas para combatir el hambre, la injusticia, el cambio climático, la enfermedad, la carrera de armamentos, el analfabetismo… No hay dos caminos para la paz en todas las latitudes. No hay dos planes a la hora de asegurar la permanencia de la vida, a la hora de afianzar también la sostenibilidad de nuestro mundo.

Sol y nieve es nuestra esperanza. A grandes problemas, mayores alianzas. Si la ciudad kenyata y suiza se dan la espalda, si los soñadores y los poderosos no se unen, las grandes lacras pueden ganar la partida. Sólo juntos podremos con ellas.

 
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