Somos deudores de la dicha que hemos recibido. El cálido hogar que nos acogió es necesario levantarlo para otras almas, siquiera con alguna suerte de virtual ladrillo. Creo en aquello que no está de moda, y que no he creado, que no salió del sobre dorado a los Reyes de Oriente. No todas las tradiciones son de dejar atrás. Creo en la familia tradicional. Valen todas las alumbradas desde el genuino amor, por más que nos quedamos con la clásica, la de siempre, aquella en la que fuimos, gracias a Dios y a unos padres entrañables, inmensamente felices. Creemos también firmemente en aquello que aún nos falta iluminar dentro, la entera Navidad. Escribimos para no olvidar que en la próxima vida hemos de hacer lo que en ésta no hemos sabido o podido. En la próxima ocasión en que se nos brinde el privilegio de encarnar, repartiremos zambombas y panderetas en una gran familia. Escribimos para desde ahora ya llamarla y convocarla. Escribimos para recordar que habremos de ir al bosque y pedir permiso y traer un gran árbol para colmarlo de luces, estrellas y nobles anhelos. |