Después de todo nos dirán que todo es muy comedio, muy romántico, que “50 sombras de Grey†es producto inofensivo, pero seguramente su guión ya se imita a saber bajo cuántos millones de sábanas. La pelÃcula no es “porno para mamas†porque las mamas no necesitan porno, las madres gozan de la plena felicidad en la entrega a la criatura y lo último que seguramente buscan es ponerse una de estas pelÃculas de última moda, de perfecta facción y fatal contenido. La "mama" es quizás la que mejor se percate del abismo de vivir por entero para otro ser, o vivir por y para un yo sensual, egoÃsta e insaciable. Cinquenta sombras, cincuenta esclavitudes, cincuenta infiernos. No queremos subirnos a la última ola, a la última moda; queremos subirnos a la primera, a la de la moral cósmica, universal, a la de la ley inmutable del amor, de la ofrenda, del respeto, de la reverencia... Nos sobran sus cueros y sus látigos, nos quedamos en la piel desnuda, cercana, amiga. Es el susurro, la caricia, jamás esa violencia de baja intensidad y limitado coto, lo que puede rozar la eternidad. Nos acorralan con sus abismos, todos ellos muy pulcros y elegantes. Se nos oculta que viviendo ese tipo de “novedosas experienciasâ€, subidos a esa espiral de a ninguna parte, podemos malograr nuestras vidas. Bailamos dentro y fuera de la cama al son que nos marca la última tendencia, y ese aciago baile no se detendrá hasta que caigamos, hasta que concluyamos que la danza, el juego el recreo a los que se nos invita no era para nosotros, para culminar la orgÃa, para enfermar de desenfreno, sino que eran para los otros para dar, para entregar, para volcarnos en beneficio ajeno, para intentar colmar este mundo de más genuino, desapegado e impersonal amor. Esta invitación planetaria a lanzarse a vivir esas dudosas prácticas se realiza con toda la carga mediática. Esa carcelaria sexualidad, esas “innovadoras propuestas†que nos sugiere la cinta anunciada a bombo y platillo, no representan sino una nueva esclavitud revestida de modernidad; no constituyen sino una nueva intentona global para dejarnos llevar por el solo y supuesto placer sin razonar. Nos agotaron ya sus "subidas de tono" destinadas a fortalecer nuestras cadenas, nuestro apego, nuestra naturaleza inferior. ¿Cuándo nos dirán desde el celuloide que el “tono†que es preciso subir es de la generosidad, el de la entrega, el de la compasión...? Hablan de libertad pero no podrán ocultar el triste destino junto a esas “esposas†que sólo atan. Hace falta un rearme de superior moral, de firmes principios para contrarrestar, siquiera en nuestro espacio propio, las demoledoras consecuencias de tan brutal bombardeo. No nos ataremos las manos porque las necesitamos libres, enteras, suaves, cargadas de amor para devolver toda la ternura que merece nuestro compañero/a, que aguarda en realidad el mundo entero. |
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