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Secreta alianza

Los primeros tés con buenos amigos tras el confinamiento saben a gloria, sobre todo cuando están aderezados con bellas historias. Estos relatos entrañables que llegan a nuestros oídos están llamados a rodar y nosotros a empujarlos. Me lo contaba ayer un amigo cercano, ahora que estoy de vuelta en mi ciudad tras tanto tiempo de caminos cerrados.

Ocurrió hace ya mucho tiempo cuando él empezó a colgar en su pecho la honorable pañoleta scout, cuando comenzó a abrirse ante él todo un horizonte de aventuras en grupo. Había sin embrago un inconveniente que hacía peligrar su futuro de joven explorador. A veces la naturaleza jugaba a la contra y ella era la más firme, incondicional, a la vez que discreta aliada.

Aquellas involuntarias, impredecibles y siempre inoportunas micciones nocturnas hacían peligrar las salidas a la montañas, los fines de semana con los scouts. Si los compañeros se hubieran enterado hubiera sido terrible, se podía haber convertido en el hazmerír y de esa forma dejar pasar delante de sí todas las salidas a la montaña.

Ella fue la que en verdad acometió con entusiasmo contagiante aquel reto. En realidad el desafío pareciera más de ella que de su hijo. Nunca permitió que por ese problema se quedara sin cumbres, sin vida en compañerismo. La madre jamás se desanimó. Ella era la que constantemente estaba maquinando para vencer la prueba. Ella la que no paraba de pensar ideando nuevos métodos: la colonia que despistaba el olor, el discreto pañal que se dejaba en el saco de dormir, el despertador suave a medianoche, la abstinencia de toda bebida a la tarde, así como otras a la larga victoriosas estrategias...

Ella era la que a la vuelta del fin de semana preguntaba por lo bajo con ansia si todo había ido bien, la que quitaba todo el hierro y levantaba la moral, cuando el rotundo fracaso, cuando las micciones inundaban también las sábanas de casa, la que insistía ante el desalentador y pantanoso panorama que “¡no ha sido nada!".

Ahora también la naturaleza sigue jugando sus pasadas, pero el mutuo apoyo se reedita y mantiene firme. Él nunca olvidará aquella alianza secreta que se selló con apenas seis años en medio de la batalla. Ahora es ella la receptora del apoyo. Ahora es ella la del pañal. A ella se le caen las lentejas antes de llegar a la boca y él mira con disimulo hacia otro lado con la finalidad de que ella no se ruborice. Ahora es él el que barre con una sonrisa interior lo que ella tira sin querer y siente que sólo devuelve algo de lo mucho que de ella recibió. Ahora él siempre tratará de ayudar de forma silencie y discreta, no porque haya llenado su biblioteca de libros de autoayuda, sino porque muy joven ya constató lo que es un firme y secreta alianza.

El amor es la única y verdadera herencia, el amor es lo único que no se pierde y lo que estamos obligados a trasladar por encima de todo a las siguiente generaciones. Un día inundaremos con él la Tierra entera.

Donostia 13 de Marzo de 2021
www.koldoaldai.org

 
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