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¿Último vuelo?

Nadie cae en eterno extravío porque una turbina se recaliente. No siempre los aviones despegan, no siempre les aguardan los cielos. A veces los motores no rugen y cogen llama. A veces enorme dolor derramado en las inmensas pistas de cemento.
Sin embargo el desastre puede colindar con una esperanza renovada. Las tragedias nos pueden trocar la mirada, trasladarnos a otra atalaya. Escribir sobre el magno accidente aéreo del 20 de Agosto, es necesariamente ensayarse en aliviar la consternación de familiares y amigos de las 153 víctimas mortales. Muy viva aún la angustia de los allegados por quienes partieron, Barajas nos empuja a sugerir un final ficticio, una existencia que nunca se acaba. Barajas nos anima a cantar a la vida en medio de un país abatido por la llamada muerte.

Busquemos psicólogos que apacigüen desesperos, pero busquemos también quien nos acompañe en urgente vuelo más allá de nuestras creencias fatalistas. Nuestra vida no está acotada, ni nuestros días contados. Nuestra alma no queda atrapada en ninguna humareda, nuestro espíritu remonta cenizas. La humanidad está llamada a despegar de las precarias pistas de una vida privada de norte y de futuro, a alzarse y abrazar la esperanza de un eterno mañana. No ya necesariamente a despegar entre los hitos y luminaria de la religión establecida, sino a desplegar sus alas exploradoras en medio de un cielo hasta el presente tan limitado.

No somos sólo cuerpo y nuestra alma aguarda ser reconocida. Tampoco es preciso el dolor para reparar en nuestra naturaleza trascendente, sin embargo éste a menudo se presenta como oportunidad para indagar en nosotros mismos, para comenzar a latir desde una fe apagada. La fe no es necesariamente adscripción a ninguna tradición. Es sólo corazón profundamente agradecido, pese a todo y con todo; reconocimiento del amor como origen de cuanto existe…

No creemos en los fuegos que dicen consumirnos para siempre, en los accidentes que dicen aparcarnos por la eternidad. No hay arcén del olvido en lo aeropuertos internacionales, en las terminales de ningún mundo. Creemos que el Origen de la maravilla infinita de la vida, es Origen también de infinito amor. El Amor no acaba con el amor y los lazos tejidos con ese mágico hilo perduran por siempre. Sólo resta creerlo. Barajas nos anima a conjurar con más fuerza el fantasma, el falaz engaño de la llamada muerte. A estas alturas de su progreso en la ciencia y en la conciencia, la humanidad está llamada a despegar y liberarse de tamaña mentira.

No sobra ningún psicólogo en el Campo de las Naciones, pero muy probablemente hagan falta voluntarios henchidos de fe que señalen el cielo infinito, labios que susurren eterna vida. Los psicólogos conducen a la mente a asumir lo ocurrido, ¿pero quién fortalece las almas? Los políticos bandean el temporal, los peritos examinan las causas técnicas del accidente, los jueces dictarán responsabilidades…, ¿pero qué autoridad competente proclamará por los altavoces del abatido país que nunca, nunca hay un último vuelo?

Hay Paraíso más allá de las Canarias, por más imprevisible que resulte su acceso. Hay otras playas que nunca se acaban, otro Sol que nunca quema. Sólo faltan valientes altavoces que comiencen a anunciarlos.

 
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