Los caballeros templarios y su lema es sólo una muestra de los grupos humanos que en el pasado no buscaron nada para sÃ. La historia nos vuelve a sacar del apuro y las encrucijadas de hoy; eleva su eco poderoso por encima de los altavoces del populismo barato de nuestros dÃas.
¿Entre quiénes repartir la gloria, la felicidad, el bienestar? El abismo entre el “Nomini tuo da gloriam†y el “Make America great again†nos interrogue. Entre el inmemorial salmo altruista y desprendido y la ufana consigna patriótica de hoy hallaremos la definitiva disyuntiva, se juega nuestra historia, sobre todo nuestro futuro humano. Trump en realidad nos ha ayudado a comprenderlo. Nos sobra tanta grandeza. Nunca seremos felices de forma particular, aislada. Queremos seguir cantando coralmente la letanÃa templaria. Deseamos comprometer nuestro futuro con la entera humanidad sin distinción de ningún orden. No aspiramos a ser grandes sólo nosotros. Anhelamos que toda humanidad sea grande, mayormente los pobres, los últimos, los marginados y abandonados.
Las tendencias sociales son expresión de nuestro sentir interno y asà el recelo y el miedo del otro da hoy ventaja en los escrutinios planetarios. Una ola extremadamente conservadora sacude el planeta. Lo pequeño es en grande y viceversa. La psicologÃa se espeja en la polÃtica. El recelo del otro no deberÃa llenar urnas de cristal, pues a la postre el sentido profundo de la vida era hacer grande al prójimo, eliminar su sufrimiento, procurar que conozca la dicha, la felicidad.
La exclusiva grandeza propia no debiera ser de nuestro interés. No podremos por lo tanto identificarnos con quienes tratan de hacer grandes sólo a ellos, a sus élites, a sus propias naciones. ¿Que sentido tiene, máxime en un mundo globalizado e interconectado, que sólo prosperen los nuestros? Es un imposible, éramos un "pack" indivisible, un pueblo grande por nombre humanidad. Ãbamos todos juntos.
Si queremos hacer sólo grande a los nuestros y no a los demás, la vida nos acercará más pronto o más tarde frustración, hasta reparar en el error de seguir peleando, compitiendo en definitiva pujando únicamente por nosotros. Trump invoca a un Dios que le da réditos electorales, pero ignora Su exigencia de ser cada vez menos, más humildes, más austeros de forma que el prójimo pueda ser y levantarse cada mañana con dignidad y esperanza. El presidente electo de los EEUU va en la dirección contraria de la historia en cuyo horizonte la individualidad debÃa mermar para dar paso a un creciente espÃritu de internacionalismo y a la larga de fraternidad.
Con Trump medra la falsedad de que no existen amenazas globales, de que el clima no está cambiando. Medran también los poderosos y se relega a los menos. Trump representa más "danas", más fronteras, más insolidaridad, más diferencias entre unas gentes y otras, entre unas naciones y otras... Sin embargo, cada vez somos más los que en todas las latitudes optamos por el colaborar y el compartir, no por el competir y el luchar; los que pensamos que en esta tierra bendita hay un lugar para todos y todas, los que en definitiva seguiremos llamando al viejo salmo a nuestros labios. |
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