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SOMOS ABRAZO

La intimidad no es para derrocharla en redes sociales, está siempre llamada a ser dominio del alma. Uno no debiera desnudarse gratuitamente, si no es para un bien mayor. No es razonable hacer “streaptess”, si no es en aras del progreso de la conciencia. No procede compartir sueños personales a no ser que comporten también una enseñanza útil para el prójimo.

Comparto con la voluntad de sembrar reconciliación y abrazo, a sabiendas de las separaciones absurdas, de las brechas que tan a menudo abrimos entre nosotros de forma gratuita e inconsciente. Las rupturas de pareja están a la orden del día y no siempre estamos a la altura de la madurez a la que la Vida superior nos invita.

Esta noche he tenido un sueño revelador al tiempo que maravilloso. Abrazaba con toda mi alma a una mujer con la que hace ya muchos años se frustró la relación y no acabamos debidamente. Cuento esto a muy grandes rasgos para compartir lo sustancial y trascendente: tenemos un alma que siempre nos aguarda agazapada y que siempre buscará el acercamiento a otras almas.

El alma buscará siempre por tierra, mar y aire; por la dimensión ya física, ya astral, ya espiritual, el abrazo. Es la personalidad la que disputa, la que echa en cara, la que hace rodar el anillo y el compromiso por los suelos. Cuando la personalidad se ha cansado de guerrear, el alma aguarda su turno a la vera del camino. Éste antes o después acaba llegando.

Estamos llamados/as a aflorar y manifestarnos cada vez más en tanto en cuanto almas y no personalidades. En ello principalmente nos la jugamos. He ahí la razón última de nuestra presencia en este campo de experimentación evolutiva que representa la Tierra.

En última instancia, no somos los que guerrearon. Los que se pelearon por cuatro muebles viejos y otras tantas alfombras deshilachadas, tampoco los que deshilacharon sin conciencia una relación siempre sagrada. Somos los que buscan denodadamente la reconciliación, la cita en la que las almas ficticiamente separadas se vuelven a reunir siquiera en clave de fraternidad. Somos esas lágrimas desbordadas por el gozo del reencuentro, no somos los que triste pero sólo circunstancialmente echaron trastos a la cabeza del otro/a. Somos siempre los que aguardan, los que suspiran por el amor puro y verdadero que nunca ata, que sólo da sin miramientos.

No somos los que acusan, juzgan y disparan, los que sólo cuidan para sí, los que miran con recelo, los que se pelean por cuatro euros…. Somos, por encima de todas las emociones inferiores, armonía y comprensión. Somos el desprendimiento sin fin, el gozo por el bien ajeno, la satisfacción del mutuo perdón. Eso es lo que en realidad somos y a la noche sigilosa y calladamente el alma se acerca a recordárnoslo cuando dormimos. Quisiéramos más visitas de nuestra alma entre las sábanas para no olvidar lo que en esencia somos, nuestra verdadera identidad. Conviene recordar las misivas astrales que son clara y nítida misiva de la Presencia que nos habita. ¡Felices sueños!

 
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