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LA CALMA ZEN DE OTXANDIANO

Le provocaron en repetidas ocasiones, pero resistió estoicamente. Tras sus grandes gafas redondas en ningún momento afloró el enojo. Superó al resto en presencia serena. Se mantuvo inalterable pese a las más feroces invectivas. Admirable la calma “zen” de Otxandiano ayer noche en el debate electoral de la tele vasca.

No obstante, la imperturbabilidad absoluta es cara y reservada a los discípulos más osados y avezados. Ese “zen” sólo tiene el problema de que ayer fue hierro, verbo metalizado con, a menudo, alineación de plomo. Para levantar la sospecha de “peace-washing” o táctica lo ha de preceder la catarsis. Para que la calma termine de triunfar y ganar a los electores, ha de arraigar hondo, desbordarlo todo, también el pasado. La calma ha de saber reconocer cuando no lo fue. Ha de reunir valentía para mirar para atrás, cuando le precedió la brutalidad, cuando encarnó en terrible dolor ajeno.

Culminemos rendición, apuremos emancipadora higiene. Queda ya muy poco para terminar de limpiar nuestros asfaltos de aquella sangre cuanto menos baldía. Sólo una respiración, una breve recapitulación, sólo un perdón separa a Otxandiano de las instancias de poder, de la posibilidad de llevar esa calma, ya redimida de pasada lacra, a las instancias de gobierno. Los relevos en las cúspides no debieran asustarnos. Un moderado ayuno de moqueta y mando puede ser positivo incluso para los "jeltzales". La distancia del palacio permite reinventarnos, pero al nuevo juramento es preciso acercarse, además de con un semblante apacible, con una ética imprescindible.

No nos separe la particular semántica. Cada quien debería bastarse para reconocer cuando sus predecesores representaron "terror", pérdida física, amenaza, noches de angustia y desvelo para el otro... Hay “grupos armados” que se reúnen para defender y construir y los hay que se apiñaron para destruir y matar, para acabar con la vida de quien pensaba diferente, llevaba otro carné, vestía uniforme o simplemente paseaba por la suspirada plaza de Ordizia con su hijo pequeño de la mano… Todos, en mayor o menor medida, destruimos y “matamos” antes de acercarnos al "tatami" y guiñar al "Nirvana", antes intentar anclarnos en posición de “loto zen”. Es la solicitud de perdón la que nos redime. Es la contrición la que nos permite rehacernos, formar nuevos grupos, empezar a levantar, sembrar, crear, soñar…

Con un encono político que amenaza perpetuarse, sobre todo allende el Ebro, urge la paz de la gente trabajada y madura. Necesitamos esa calma de Otxandiano o de otros dirigentes “zen” en el poder más que nunca, pero nos apremia aún más esa solicitud de perdón, esa reconciliación, ese borrón y cuenta nueva que nos permitirá enfilar a un “Nirvana” por fin compartido, abrir una nueva, esperanzadora e incluso gloriosa etapa en Euskal Herria.

Artaza 17 de Abril de 2024

 
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