Para intentar salir de esta encrucijada, deberemos analizar cómo entramos en ella. Explorar el mundo de las causas es imprescindible para tratar de enmendar el problema. El cercenamiento en el desarrollo de la cultura y la lengua catalana durante el franquismo y en años anteriores, asà como el acusado déficit democrático del Estado español, que a lo largo de los últimos años ha abortado toda iniciativa de las instituciones catalanas reclamado mayores cuotas de autonomÃa y derecho a decidir, son las razones más evidentes de esa desafección y de esa acusada voluntad secesionista. Madrid tendrá que revisar su postura intransigente, si anhela a evitar una fractura mayor, si verdaderamente no desea perder Catalunya, si aspira a facilitarle en verdad un entronque más cómodo. La tensión va en aumento, esperemos que la civilidad y la racionalidad se impongan a la postre. De cualquiera de las formas, el proceso no habrá sido en balde. Hay una tensión generada, hay un pulso que necesariamente ha de traer un marco de mayores libertades a España. La Constitución fue valida ayer, pero es corsé hoy. Los pueblos, las gentes avanzan y progresan y las leyes han de ir de acuerdo a ese progreso. La Carta Magna con la que nos dotamos en las postrimerÃas del franquismo, no se ajusta a las necesidades de hoy, al creciente pulsar democrático de la ciudadanÃa. Las instituciones, las estructuras, las leyes que permanecen inmóviles, que no avanzan junto al progreso de la conciencia de las gentes, se vuelven obsoletas. Es urgente renovarlas si no se quiere que se desborden; que ante la falta de actualización, cundan consecuencias más negativas. Ha sido necesario el órdago de los vascos ayer y de los catalanes hoy, para que cada vez más polÃticos en Madrid concluyan en la necesidad de adecuar la legislación al presente. Para alcanzar una mayor democratización de España, todos esperemos que la confrontación no vaya a más. A estas alturas parece increÃble que el Gobierno central no se dé cuenta de que referirse al artÃculo 155 (facultad de supresión de una autonomÃa), es multiplicar independentistas, al igual que los ha hecho proliferar cada gesto de ostensible autoritarismo por parte de las instituciones del Estado. Ningún desafÃo es gratuito, ni viene porque sÃ. Sepamos dar con su enseñanza. Hemos de aprender a ver el aspecto positivo, es decir de avance de conciencia en todas las crisis. Ésta por supuesto también lo contiene. Catalunya nos trae pues importantes lecciones que hay que analizar con mente abierta y generosidad de espÃritu. Sepamos tomar nota. La crisis catalana acerque, una vez exploradas las causas, su debida recompensa en forma de más democracia y libertad, mayor civilidad y mutua comprensión. Que el 27 S se desarrolle con normalidad, sin amenazas, ni alarmismos. Si finalmente los hermanos de Catalunya deciden separarse, que no tarden en volver tras su periplo independiente, no tarden en reencontrar reubicación en una España más flexible, más abierta, más democrática, en definitiva más confederada y por lo tanto fraterna. Artaza 26 de Julio de 2015 http://www.KoldoAldai.org |
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