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¿Pregunta sin respuesta…?

Al poco de aterrizar en Filipinas en su reciente viaje a las islas, el Papa Francisco, después de asistir a la recepción de bienvenida en el palacio presidencial de Malacang, se saltó la agenda oficial de la visita y acudió a un hogar de niños de la calle. Allí, Glyzelle Palomar, una niña de la calle de 12 años, abrió al máximo líder católico su corazón a un tiempo dolido y aturdido. Entre lágrimas le interrogó, sobre una de las aparentes contradicciones de la religión católica. Al Papa Francisco le preguntó por qué si Dios es amor y todo lo puede, consiente que personas como ella sufran. La prensa recogió estas palabras de la pequeña: “Hay muchos niños abandonados por sus propios padres, víctimas de muchas cosas terribles como la droga o la prostitución. ¿Por qué Dios permite estas cosas, aunque no sea culpa de los niños? ¿Por qué son tan pocos los que nos vienen a ayudar?”. El Papa la abrazó y admitió haberse quedado sin palabras: “Has hecho la única pregunta que no tiene respuesta”.

¿Cómo lo haremos con cuidado, con la más elevada consideración? ¿Cómo sugerir respuesta sin concesión a ese orgullo permanentemente agazapado? ¿Cómo adherirnos a este Papa grande y a la vez disentir con el más exquisito de los respetos? En realidad, una vez nos hacemos con algo de esa respuesta, se multiplican los interrogantes. Podemos atender a esta pregunta mayúscula, pero nacerán otras muchas. La vida y su sana conciencia exploradora es una constante proliferación de incógnitas.

En primer lugar resaltar la humildad de un Papa que reconoce las limitaciones de la doctrina católica. Por nuestra parte subrayar que sólo somos torpes voceros de ancestrales postulados. La ciencia espiritual sí ofrece respuesta al respecto. Cada quien es libre de verse seducido por ella. Esta respuesta la hallaríamos en el pasado, en vidas transcurridas antes de la encarnación presente. El Dios todo amor no podría admitir, sin razón alguna, tamañas desigualdades humanas. El Dios todo amor no juzga, nosotros/as mismos/as nos juzgaríamos. Nosotros mismos, al otro lado del velo, asumiríamos vidas más o menos fáciles, más o menos cargadas de dolor o sinsabores en razón de las culpas que deseamos ver blanqueadas.

Intentamos responder a la pregunta vital de Glyzelle Palomar con dos fundamentales Leyes en la mano, a saber la de la encarnación y la de causa y efecto, también conocida como la de karma o consecuencia. Sin esta Ley última el mundo sería un caos y Dios un poderoso jugador de azar, pero la vida es orden y plan supremos y Dios no entra en los casinos para jugar a la ruleta. La casualidad, reza la sabiduría antigua, sólo es el desconocimiento de la Ley. La difícil pregunta de la niña sí tendría contestación a la luz de estas enseñanzas que hasta nuestros días han permanecido ocultas.

¿Por qué hay niños como los que ha conocido Glyzelle y otros que nacen entre todos los algodones? ¿Por qué estalla ahora un bebé en su primer sollozo a orillas del lago Leman en Lausanne, una criatura plena de salud a la que le aguarda seguramente una vida en lo material plenamente resuelta y otras están naciendo en esos arrabales de Manila, pasto de todos los males ya descritos? Habríamos vivido otras vidas, habríamos paseado por el mundo en otras ocasiones y ameritado esas orillas del lago o esos arrabales. Sin esas vidas, sin esos paseos pretéritos, sin ese bien o perjuicio que habríamos causado a otros, no podríamos comprender las enormes desigualdades de los humanos al nacer. Nosotros mismos habríamos decidido, en compañía de nuestros Guías, Tutores, Protectores, Ángeles…, el nombre es lo de menos, el volver al mundo a la vera esas orillas claras o en medio de esos suburbios tan oscuros. Nosotros mismos habríamos optado por una vida más relajada, más descansada o una vida en la que saldar cuentas y por lo tanto asumir dolores y dificultades.

No, no queremos ir de listos, deseamos simplemente compartir una lógica que nos ha ganado, que ha volcado nuestros días, que nos ha reconciliado con Dios y con la vida. Queremos acompañar a Glyzelle en sus pesquisas. Queremos dar a conocer un razonamiento que devuelve la paz a nuestros espíritus y que es capaz de desentrañar esos gigantes interrogantes que se habían quedado sin respuesta. No deseamos ser los sabidillos de la clase, creemos en el mismo Dios amor y no descansamos hasta encontrar un fundamento para mantenerLo vivo en nuestro interior.

Por lo demás, caminamos con este Papa. Nos adherimos a su labor a corazón abierto de misionero sencillo y afable, a su liderazgo comprometido, consecuente, a su voz sencilla y a la vez cargada de ternura y responsabilidad. Penetrar el misterio no otorga absolutamente ningún mérito, si es caso comporta razón añadida para hollar la existencia velando menos por nosotros y más por el otro, conlleva responsabilidad extra a la hora de contribuir al progreso de la justicia social, de comprometernos con la vida en absolutamente todas sus manifestaciones.

Quizás lo más importante no es saberse en posesión de la respuesta, sino ser consecuente con ella; por que de nada nos sirve engrosar la humanidad de miles de millones de seres que creen en la encarnación, si no somos luego consecuentes con su intrínseco significado, es decir si ello no nos ayuda a ser mejores y más generosas personas.

 
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