El submarino no ascendió a la superficie, pero catorce naciones, alguna hasta hace bien poco enemiga consagrada, se zambulleron al agua. El aire no alcanzó los pulmones contraÃdos, pero la solidaridad internacional se hizo una vez más manifiesta. La noticia más trágica siempre trae un flotador, una esperanza bajo el brazo. Por lo demás, la vida nunca se acaba y los marineros siempre vuelven, al dibujar el ángel con suave trazo nuevas singladuras. Con otra gorra y uniforme, al siguiente turno de la marea, cuando el océano descansa. |