Las impotencias de los de arriba evidencian seguramente las de los de abajo. Prima reflexión colectiva antes de meternos en otra vorágine electoral que volverá a pivotar, en importante medida, en la descalificación del contrario. ¿Por qué tenemos tanta pereza de nuevas elecciones? Quizás porque abrigamos escasa esperanza de que los partidos entonen “mea culpa†y manifiesten genuino anhelo de hacerlo de otra forma. Si la fecha del 10 de Noviembre se nos antoja antipática es porque nos volverán a taladrar los oÃdos con los mismos discursos con demasiada carga de ofensa; volverán a volar por los aires los mismos improperios y descalificaciones. ¿Cuánto de hastÃo necesitamos para alumbrar una nueva forma de hacer polÃtica? No necesitamos nuevos partidos, ni por la derecha, ni por la izquierda, necesitamos una nueva forma de entender la “res publica†que, con exquisito respeto de la diferencia, conglomere y aúne y no siga separando y dividiendo. La inacabable trifulca ha terminado por descalificar a las formaciones. La hegemonÃa del engranaje partidista tiene ya cantada su fecha de caducidad. Hay cansancio del ya viejo sistema de los partidos. Hay ganas de dar vida a un nuevo sistema más creativo y motivante, más inspirado en movimientos agrupados en torno a valores compartidos que a ideologÃas en disputa. Hay anhelo de vislumbrar una democracia más participativa, directa y plebisticiaria que pueden auspiciar las nuevas tecnologÃas. Sabemos que lo viejo ya no tiene recorrido, pero aún no nos hemos demostrados capaces de alumbrar lo nuevo. Estamos a caballo entre un pasado de crÃtica y disputa interminable que se agota y un mañana de actitud más constructiva y de suma que aún no ha terminado de nacer. Cada vez más gentes de buena voluntad prefieren juntarse en torno a un bosque a defender, a un pozo a agujerar en Ãfrica, en torno a unos refugiados a los que dar su cobijo en su ciudad… que en torno a la áspera disputa por una cuota de poder en determinada instancia. El discurso de izquierdas y derechas cobra cada vez menos sentido en medio de una sociedad más igualitaria, en la que las diferencias sociales se establecen en torno a otros aspectos que cada vez menos tienen que ver con la renta. El polo de atención se ha movido hacia el planeta y su pervivencia, hacia la habitabilidad y la sostenibilidad, hacia la vida más austera y natural como alternativa al sistema productivista a ultranza, individualista y materialista, hacia el Sur y la distancia económica y social que con respecto a él sà se ha creado… Cada vez más personas comprenden que los grandes problemas se precisan atajar en primera instancia desde la responsabilidad individual. Hay una ley de analogÃa que reza que "como es arriba es abajo", o lo que es lo mismo, "asà los gobernantes, asà la ciudadanÃa". Seguramente deberemos interpretar que ellos están manifestando esa misma dificultad de armonizarse con el diferente inherente a nosotros mismos. Quizás no deberemos arrojar exclusivamente sobre ellos la entera carga de la incomprensible noticia del fracaso de las negociaciones para el nuevo gobierno. Quizás tengamos que mirarnos también un poco a nuestro propio interior y observar las insuficiencias de nuestra alma colectiva para asumir pluralidad, para dialogar y alcanzar imprescindibles acuerdos. La sana y madura convivencia los demanda. Ni el pozo en Ãfrica, ni el planeta más acatarrado que nunca, pueden esperar. Si la ciudadanÃa adquiere crecientes responsabilidades planetarias, la clase polÃtica se enmendará. Más altruismo, voluntad convergente y generosidad de miras abajo, terminarán por reflejarse arriba, en las formaciones que proclaman representarnos. Koldo Aldai Agirretxe |
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