Nada nos alcanza por casualidad. Si la crisis del COVID ha afectado en tal medida a la entera humanidad, habrá razones no aparentes, a primera vista ocultas que deberemos explorar. Habremos de remontarnos al mundo de las causas para hallarlas, para poder avanzar realmente en una solución duradera. Cada vez más cientÃficos apuntan a que la verdadera causa de la expansión de este virus, que se ha ido gestando durante los últimos decenios, arranca en nuestro alejamiento de la Naturaleza y ello difÃcilmente se solucionará con un instantáneo pinchazo. Partiendo de esa principal causa, el COVID 19 nos presentarÃa un claro y doble desafÃo. Por un lado nos concede oportunidad de dar a conocer la necesidad de adoptar pautas de vida natural y de respeto a la Tierra Nuestra Madre. Nos corresponde una labor didáctica en lo que respecta a la verdadera y perdurable inmunologÃa. Nos toca hablar de la vuelta a la vida sencilla y solidaria, a los alimentos sanos, a la mente elevada, al espÃritu de compartir y colaborar, al contacto los Reinos naturales..., como recetas a largo plazo más efectivas que las vacunas. El COVID nos trae también un gran desafÃo de mutua comprensión. Tenemos que hacer un esfuerzo por comprendernos, por explorar las razones de las que el otro/a es eventualmente portador. A veces resta entender que la inmensa mayorÃa lo estamos haciendo lo mejor que podemos, polÃticos incluidos. Quien se crea en posesión de algo de la verdad, habrá de saber cómo trasmitirla, cómo contagiarla. El vehÃculo de la verdad siempre será la amable comprensión del disenso. Ante este desafÃo de alcance planetario sin precedentes, hemos de aplicarnos en desterrar el discurso sectario. Podemos y habremos de elaborar un discurso firme en cuanto a la necesidad de frenar la destrucción de la Naturaleza; podemos criticar constructivamente las medidas de contención que se adoptan ante los contagios, pero nuestro lenguaje habrá de ser siempre amigo, amable, enlazador, armonizador, nunca extremista u ofensivo. Se han hecho virales las declaraciones de la canciller alemán Angela Merkel con el dramático aviso de “si son las últimas vacaciones con los abuelos, algo habremos hecho malâ€. Esas declaraciones en las que aludÃa a los 590 muertos diarios por el COVID 19 en Alemania como una cifra no aceptable, han precedido a las drásticas medidas anti-COVID en el paÃs que todos conocemos. Podemos estar o no de acuerdo con la popular lÃder, pero lo que no cabe duda es que está hablando desde el corazón y está aplicando, desde su nivel de conciencia, las medidas que considera adecuadas. Ello debiera bastar para adoptar en general una actitud cuanto menos de respeto por las decisiones de ese tenor que dictan las autoridades, por más que no nos identifiquemos con ellas. Prima por lo tanto atender al aprendizaje que nos ha traÃdo este virus de amor a la Tierra, nuestra Madre y de amor y mutua comprensión a los que nos debemos entre nosotros/as. Lo demás queda en relegado plano, las cifras diarias de los muertos incluidas. Lo primordial es el progreso de la conciencia colectiva. He ahà a la razón última de nuestra presencia en la dimensión fÃsica. A partir de ahÃ, si más o menos seres debemos seguir respirando sobre esta Tierra bendita es una aspecto menor. Lo importante es que estos valores de respeto y compasión imprescindibles progresen. Es secundario en qué lado del velo habremos de estar; si seguiremos con vestidura fÃsica o nos habremos de desprender de ella. Lo sustancial es alumbrar una civilización sostenible y fraterna, aprender amar a la Madre Naturaleza, a los Reinos que nos rodean. Lo urgente es ejercitarnos en el amor y compasión entre nosotros/as y ello constituye el gran reto evolutivo, que si bien arrastramos de atrás, ha acelerado la crisis del COVID 19. Artaza 14 de Diciembre de 2020 * FotografÃa: Imagen reciente publicada en El PaÃs : un niño abraza a una voluntaria disfrazada de Señora Claus, en Belo Horizonte (Brasil). |
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