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Silencio cargado de futuro

En Gipuzkoa, tras la designación de Munilla como obispo de la diócesis, cierta Iglesia que había dado pruebas de dinamismo, progreso y compromiso, inaugura ahora silencio. Sin embargo se trata de un silencio colmado de esperanza… Callan los que han de hablar. Hablan quienes debieran ponderar la posibilidad de callar. Para estos la pompa y el fasto, la mitra y el báculo, para nosotros el blanco silencio de un invierno cargado de enseñanza. Hora de enmudecer, de acompañar a la madre naturaleza en su madurar interno.

Vendrán primaveras, llegan ya por dentro. La primavera de almas libres, con jerarquías que no ordenan y sólo sirven; la primavera de buscar entre tod@s con humildad, y sin prerrogativas, retazos de verdad; la primavera de las marcas y etiquetas caducadas, de la hermandad que camina en esa búsqueda, en ese servicio imprescindible a la humanidad sufriente; la primavera de los hombres y mujeres profundamente agradecid@s, íntimamente unid@s a la Fuente de toda la Vida; la primavera de reencontrarnos desnudos a Jesús sin necesidad de acreditar ni carnet, ni siquiera bautismo, sólo amor, puro, exigente, impersonal, imprescindible amor. Ya vivimos otras noches. La luz se hará, la verdad florecerá, sólo requiere su tiempo, sus nieves, su vigilia esperanzada.

Aguardamos la primavera agazapados en la espesa nieve. En el más frío invierno, la naturaleza no calla y nuestra fe no tirita. Preparemos nosotr@s también la primavera de una libertad consagrada, de unos credos reencontrados.

Nos toca escrutar silencios, sobre todo el de una naturaleza ahora blanca e inmaculada. Esta bendita madre nos dice que todo cambia y evoluciona. Ese libro universal nos susurra que lo que no muta y se adapta, muere. Las viejas estructuras no pueden sobrevivir en un mundo en que los humanos vamos recuperando todo nuestro poder perdido. Los viejos privilegios religiosos no pueden permanecer, pues ya miramos de frente al Sol, pues podemos establecer vínculo directo con lo más Grande, desde lo más íntimo.

Las viejas jerarquías no tienen futuro, no son sostenibles desde el instante en que dominan y sofocan lo que no se aviene a sus dictados, desde el momento que frenan el progreso que auspician nobles corazones. La noche cerrada de quienes cercenan las sagradas libertades que Dios nos ha dado, no puede durar por siempre. La imposición pura y dura sólo indica el desmoronamiento de un modelo viejo y obsoleto, contrapuesto a la tendencia de nuestros días de creciente y universal participación y cocreación. No nos cansaremos de recordar que Jesús no instituyó ninguna religión, menos aún un “holding” conservador que reparte prebendas y cargos entre sus incondicionales. Ya no más “copyright” de la figura de Jesús de Nazaret. Quien crea detentar derechos de exclusividad que los conquiste con actos que pasen a los anales de la eternidad.

El fraterno amor no se puede confundir ya por mucho tiempo con la incondicional obediencia. La incondicionalidad es sólo para con las metas superiores y los valores eternos y quienes, desde su impecabilidad, los inspiraron. Caducan las estructuras que aprietan arriba para controlar abajo, las pirámides dominantes copadas por hombres, caduca el catecismo impuesto, la propiedad privada de la verdad… Resta lo más difícil, resta empezar a compartir altar, legados, cielos, libros sagrados… Resta dibujar círculo de iguales, ensayar aro sagrado donde fraternizan nuestras almas. El futuro tiene que ver con la polifonía de esas almas libres, pero ese sublime canto no se improvisa y es preciso ensayarlo.

Batallemos en nuestros silencios, en nuestro invierno, batallemos sobre todo contra nosotros mismos, batallemos para que esta blanca, pura y amorosa nieve cubra todos nuestros sentimientos y pensamientos, para que ni el más nimio rencor u odio nuestro alcance a los que quieren perpetuar la noche, la noche de mantenernos internamente sometidos al antojo de sus dogmas, imperativos y estrategias, la noche de los que imponen colegas nacidos también en la noche, en la caverna del más puro inmovilismo.

Huelgan bendiciones de mitrados para crecer, amar y servir. Nos preocupa sólo un Superior beneplácito. No se trata de luchar contra los que se consideran legatarios exclusivos del mensaje eterno de Jesús. Se trata sólo de encarnar su Verbo mayúsculo, de hacer viva Su Palabra infinita, sin necesidad de hincar la rodilla ante quienes pierden día a día autoridad moral y espiritual.

Los cetros impuestos no marcan un tiempo muerto. Emerge silente la nueva Iglesia, sin muros ni fronteras, sin dogmas ni pedigrí. Emerge con el impulso inmortal de Jesús el Cristo, la unión de los hombres y mujeres de buena voluntad dispuestos a construir una Tierra, un Hogar absolutamente para tod@s. Es la nueva Iglesia del fraterno amor, que ayer como hoy, busca desplegarse en plena libertad. Nadie se asuste de esta noche cerrada, sólo anuncia el Alba.

 
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