Mi padre entraba también en la cocina todas las noches, él era el artÃfice de sus huevos fritos con chistorra y bien de aceite para su cena. Con el tiempo fue sumando responsabilidades. Cuando el ruidoso y gran fregaplatos se detenÃa, él era también el encargado de devolver los enseres a los armarios. Somos los herederos de una gloriosa generación cuya exclusiva prédica se limitó al tan discreto como inolvidable ejemplo. Necesitamos más de un amor reservado y silente, menos aireado y televisado. Mi padre no tenÃa una educación de género, simplemente estaba enamorado. Era un hombre de leyes, pero la primera de todas era la devoción que profesaba a su consorte y compañera del alma. EntendÃa perfectamente que en una familia prolÃfica tenÃa que descargar a mi madre de peso, hacerle la vida más sostenible y llevadera. Necesitamos más amor y menos ideologÃa. “Cargar†con la principal responsabilidad de un hogar, no es necesariamente sinónimo de infierno, puede también representar lo contrario. Necesitamos más colocarnos en el lugar del otro/a, más mutua comprensión, más detalle cotidiano, sencillo, que manual; más lógica responsable que doctrina. Empezar a hablar de cuotas puede ser empezar la complicación. Si racionamos la entrega puede ser que las cosas no terminen de armonizar. Medir al milÃmetro la contribución de cada quien en el hogar puede ser el arranque de su descalabro. En cada tiempo hemos de apurar el progreso hasta su lÃmite. El que no conciba a mi padre con delantal y fregona, no quiere decir que hoy evidentemente no debamos ir mucho más lejos. Los hombres hemos de arremangarnos, calzar el delantal y los guantes de goma que llevaban tiempo aguardándonos. Tenemos que esmerarnos, no sólo con la olla a presión, sino también con las otras tareas más ingratas y cotidianas. Tenemos que cumplir con los elementales deberes de los que nos hemos, desde una era inmemorial, escaqueado. Nadie ha de limpiar lo que nosotros ensuciamos. Es hora ya de aplicarnos más a fondo en el compromiso hogareño, de que afrontemos las tareas menos sugerentes, privadas de connotación de género como puede ser la limpieza. Sin embargo, deberemos dejar también a un lado el cronómetro. En la repartición no deberá salir perjudicada la mujer, pero en realidad cada quien gana cuando lleva adelante tareas que se ajustan más con sus dones, conocimiento e inclinaciones. Los varones estudiaremos sin demora los recetarios de las últimas ollas, los revolucionarios programas de las lavadoras, las posibilidades impensables de las nuevas aspiradoras..., pero sobre todo el arte sin tiempo, ni breviario de la armonÃa y la felicidad compartidas, la habilidad sin tutorÃa conocida de mantener siempre encendida la llama del hogar. Las directrices que emanan de fuera no siempre son las más apropiadas. Cada hogar es un mundo siempre invitado, según sus circunstancias, a autorregularse con inteligencia y amor, es decir con lógica y mutua entrega. Si calculamos la entrega estaremos mermando las probabilidades de éxito. El hogar, la familia que sale adelante es aquélla en la que cada quien trata de superarse en altruismo, algo asà como el paÃs, algo asà como toda comunidad, en realidad el entero Universo. Artaza 23 de Noviembre de 2022 Artaza 23 de Noviembre de 2022 |
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