Su sonrisa no me abandona. La veo una y otra vez entrar con su bandeja siempre generosa, siempre colmada de ricas viandas. La veo feliz con su copa de vino, abriendo y cerrando el horno para después presentarnos el más sabroso de los platos. La observo cavar en la huerta derrochando alegrÃa de vivir. Me asaltan las innumerables celebraciones que hemos compartido a lo largo de toda una vida. Lo Inonmbrable no nos regaló esos gratos momentos con un cronómetro, con un final tan precipitado e incomprensible. No nos otorgó la existencia en la carne con una posibilidad tan limitada de crecer y llegarnos a su vera. ¿Quién concibe la pesada broma de privarnos de la vida para siempre? Ella nunca morirá y sin embargo hemos de ahogar en nuestro interior esa verdad que a duras penas logramos esconder. Habremos de callar este convencimiento. Una casa ecológica, unas gallinas que cacarean estos dÃas con recato, una huerta sedienta de agua y un cariño ahora recostado, un inmenso páramo y un final de los dÃas en la carne que deseo con toda mi alma que sea en Ãntima paz. Deseo que sea rodeado del desbordado amor de su compañero del alma, de quien la ha acompañado en todo este intenso y apasionante recorrido terrestre. Que sea feliz incluso con el dolor fÃsico, en la seguridad de que nuestras almas volverán siempre a nacer, con otra forma corporal sin achaques, con otro vehÃculo fuerte y sano para continuar su carrera hacia la Gloria inmarcesible. Si el postrero anuncio nos alcanza también vÃa whasap, que venga cargado del perfume de las primaveras que con ella en el futuro serán, no con el del invierno dolorido que dejará atrás; venga imbuido de la esperanza en la vida eterna, no de una existencia tan breve y circunscrita que ahora sà se apaga. Artaza 14 de Julio de 2022 |
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