El Sol tuvo la osadÃa de levantarse a la mañana siguiente. Sin embargo a él la Tierra no le tragaba, le devolvÃa a la vida y a los mismos e imposibles desafÃos. Una nueva jornada arrancaba, a pesar de que él me sentÃa trapo, impotente ante el poder desmedido del propio deseo. No tardó sin embargo el rescate. He ahà que al cabo de las pocas noches, no supo cómo, ni por dónde apareció Ella en un sueño que jamás olvidarÃa. En realidad fue tan sólo un instante, un fogonazo de luz. Era una emisaria de Ella, Isis, la Madre de las Madres, la Madre Divina, la Reina de la Pureza. No entendÃa cómo perdÃa el tiempo con él, si habÃa sido derrotado, si la impureza le pudo. El general del ejército más aguerrido no tendrÃa el poder de aquella mirada. -¿Qué haces ahÃ? ¿Qué haces asÃ? Aquello fue como una orden. Su recuerdo serÃa el mayor antÃdoto ante la tentación, invitación a la firmeza para que en su pantalla permaneciera siempre llena de claridad, para que jamás clicqueara fuera de lo bello y luminoso. Su evocación fue la mejor armadura. Quiso compartir aquella luz. De nuevo sus manos temblaban. Era ya otra Fuerza la que de él se adueñaba. Con incontrolada emoción redactó en su diario: “Comparto porque estamos llegando, saliendo de nuestros propios lodazales. Estamos aquà los que quieren honrar a Ella, nuestra Madre protectora. Comparto para apoyarnos unos a otros, para intentar contagiar fuerza y coraje a quienes también libran la decisiva batalla contra sà mismos, contra nuestras propias noches clickeando y hurgando donde no debiéramos, donde nunca encontraremos Su Mirada. Comparto con quienes saben que cada instante es bendito y que nos debemos a ese instante ganado y sagrado, nunca al perdido en el propio y exclusivo placer. Comparto porque estamos volviendo los nuevos hombres, los que se buscan en su esencia de interior fortaleza; comparto porque queremos ser dignos de esta hora, dignos del servicio a esta humanidad necesitada. Comparto porque no tengo duda alguna de que la Madre silenciosa, paciente nos aguarda a cada uno. Nunca la tentación estuvo tan cerca, tan poderosa. Un leve movimiento de dedo, un imperceptible “click†nos conduce a la derrota. Cada quien sabe de su ofrenda. Obedecemos una orden tan silente, como imperiosa, una orden que harÃa mofarse a la inmensa mayorÃa de los humanos. El placer propio es un placer sin futuro. No nos importa ser “hazmereÃrâ€. Aguardamos Su mirada, que vale por todos los efÃmeros y fugaces placeres. A Ella atendemos, a Ella y al mundo urgido nos debemos. A Ella entregamos nuestra armas, nuestra fuerza, nuestro anhelo. Con el lodo hasta las rodillas, sólo buscamos la Gloria de Su Mirada. Somos los que recogeremos las rosas blancas de la pureza entre el rocÃo de una mañana, de un nuevo Sol que también está llegando. La nueva masculinidad no consiste en quedarnos desarmados, no es partir la lanza, sino saber dónde ha de ir dirigida, es decir al centro de nuestro ego canalla. Comparto porque de esto no se habla por ningún lado, porque el Cielo nos necesita fuertes en este tiempo de graduación y de prueba. Somos los que hemos caÃdo y nos hemos vuelto a levantar, los que nunca podrán olvidar la mirada de Ella, Bendita, Divina Señora que nos reclama total entrega, total pureza.†Arteixo 1 de Diciembre de 2015 http://www.KoldoAldai.org |
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