Pese a todos los acosos y varapalos, les honra la constancia y el coraje de haber sabido mantener encendida la llama de una causa, pero a esa causa no le podremos poner mayúsculas. Por mucha épica de la que la rodeen, siempre irá en minúsculas, a veces en la diminuta minúscula de quienes tanto hicieron doler al adversario para promover sus ideales. La superación de la batalla, de la división y el odio que la acompañan, constituye el mayor desafÃo humano. El reto más importante que afrontamos en nuestros dÃas es el de dejar de pelear con el que siente o piensa diferente, con el que es de otra clase, de otro paÃs, de otra religión, de otra raza, o simplemente de otro equipo de fútbol… La historia del humano no es más que el prolongado ensayo de resolución pacÃfica de los conflictos; es el paulatino acercamiento al alto ideal de fraternidad humana, sin fronteras de ningún orden. La "lucha" teje sólidos compañerismos. El tan difundido abrazo entre Permach y Otegi puede fácilmente llegar a emocionar. Es gente dura, valiente que ha sabido afrontar grandes penurias por sus ideales, pero les falta la suprema valentÃa de la expresa y rotunda condena de la barbarie de ETA, les falta afrontar sus vértigos, deshacer sus históricos nudos. Tras el merecido abrazo en recién estrenada libertad queda ahora, no más lucha, sino la revisión condenatoria de la trayectoria de violencia, la superación del esquema de radical confrontación. Hay muchas vÃctimas de la organización violenta que no podrán abrazar a sus familiares y contra ese atropello cometido en el pasado por sus correligionarios, no hay aún un firme pronunciamiento de los independentistas. Necesitamos victorias amables, colectivas, por supuesto sin restos de plomo. “SonreÃd que vamos a ganar†dice el preso por fin liberado, ¿Y si la victoria en realidad fuera un expirar de la ira, un agotamiento del rencor, una la desaparición de la idea del enemigo? Creemos en el despertar de una sonrisa plena asociada a una victoria más permanente. A la postre la auténtica victoria quizás tenÃa más que ver con el aflorar en nuestro interior más compasión y comprensión. Ya no nos tentarÃa la inmemorial contienda. A la salida de las sombras, al dejar atrás las cárceles fÃsicas o mentales, repararÃamos en un campo de batalla helado, desolado, vacÃo de adversarios en todos los ámbitos. Avanzamos, en la geografÃa grande y en la más chiquita, hacia una superior Causa de anhelada reconciliación; progresamos lentamente hacia un nosotros sin exclusiones. Habrá un dÃa en que ese abrazo no tendrá fronteras. Será también para con el policÃa y el guardia civil, para con el adversario social, nacional, polÃtico… Entonces habremos ganado, no sobre nadie, sino sobre nosotros mismos y nuestra dificultades para universalizar ese estrecho vÃnculo humano. |
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