Cierto que no es oro todo lo que reluce, pero sà cuanto menos las tradiciones que vienen avaladas por grandes almas y milenios de liberadora práctica a sus espaldas. Si peleamos por conservar la parroquia estamos perdidos, si atacamos por mantener bajo control a la feligresÃa es que se agotó la fuerza y la gracia fundadoras. Nuestro mundo urge de almas rendidas, no de fés triunfantes. El triunfo sobre otros nunca tuvo nada que ver con lo divino. Mejor reunir las palmas de nuestras manos y rendirnos en medio de otros espacios sagrados, a la vista de otras referencias primordiales. Mejor más humildad, más receptividad a las sanas aportaciones de la alteridad. Mejor dejarnos permear por las propuestas que nos alcanzan con buena voluntad. Nuestro mundo necesita más corazones abiertos y menos blindados. Si nos blindamos, nos perdemos la oportunidad de ser fertilizados, nutridos por lo nuevo. Necesitamos otros nutrientes, no sólo los que adquirimos en nuestro templo, de nuestro “proveedor†habitual. La desconfianza no obra nunca por un mundo más fraterno. Los obispos del mayor apóstol de la fraternidad humana de todos los tiempos, harÃan bien en trabajar por disipar las desconfianzas, no por aumentarlas, sobre todo cuando éstas carecen de razón. Levantamos fronteras cuando condenamos la práctica del otro sin fundamento. Proclamarnos los portadores de la Verdad tiene a estas alturas un riesgo que no deberÃamos correr. Ya hemos levantado todas las barreras que habÃa que levantar entre las diferentes tradiciones y espiritualidades. Toca ya comenzar a tumbarlas, toca ya honrar a las demás tradiciones y movimientos serios, portadores de su parte de verdad, que sirven a la humanidad, que contribuyen a su emancipación. Toca dar la vuelta a la historia, no reforzarla. Ya hemos desenvainado todas las espadas, ya ha corrido toda la sangre que tenÃa que manar por nuestra mutua e infantil incomprensión, ya nos hemos peleado lo suficiente por llamar al mismo Dios por distintos nombres. Hace pocos dÃas pululaban en las calles y puentes de Londres vándalos apuñalando a destajo. Clamaban por la cara gloria de un extraño Dios sediento de sangre. Cuando amenazan bárbaras cruzadas a destiempo, cuando lo que eventual y formalmente nos separa puja por adueñarse del futuro…, los obispos podrÃan dar ejemplo y no marcar absurdas distancias entre los credos. En la hora de la amenaza del choque de civilizaciones, pudieran ser los primeros en correr hacia el abrazo imprescindible de esas civilizaciones. ¡Asà sea y nosotros lo veamos! Artaza 5 de Junio de 2017 www.KoldoAldai.org |
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