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Sobre series y pelis

El peligro de la adicción a las series y pelis puede ser que otros acaben viviendo nuestra propia vida. Nos puede llevar buena parte de la existencia por delante, darle un buen tarisco. Puede representar renunciar a nuestro propio protagonismo sobre nuestra historia, permitir que los días pasen sin hacerles mayor guiño, postrados en el sofá. Las series aflojan las riendas con las que sostenemos nuestra propia encarnación. En buena medida se las pasamos a otros. Siempre habrá unos actores en la pantalla dispuestos a vivir la vida por nosotros.

La adicción a las series representa permanente huida. Evadirse un poco puede ser lógico, pero la fuga suele ser prolongada. Abusamos a menudo de ella. El exilio de nosotros mismos reclama control. Nuestra sociedad de consumo constante nos propone una huida constante, con series a todas horas y por supuesto todas las noches. Representa la propuesta de vivir sin vivir en nosotros, con nuestros compromisos y desafíos.

A menudo la noche avanza con su interrogante a cuestas. ¿Hoy qué toca? Tras la cena y si el teclado perdona, vendrá el dilema de peli o lectura. La tentación del “play” siempre es más fuerte, pero reconozco que hay que poner límite a su invasivo poderío. Todo con moderación es correcto, pelis y series por supuesto, pero la oferta es tan amplia que podemos pasar buena parte de nuestro tiempo libre hundidos en el sofá, asistiendo pasivos al discurrir de la vida de los otros, sin permitirnos vivir nuestra propia aventura de crecimiento.

La lectura supone un ejercicio más activo, ensoñador y creativo. No nos lo da todo acotado y hecho, permite un margen de recreación. Somos invitados a vivir nuestros días en forja constante de la voluntad, de lo contrario malograremos nuestra encarnación. Las civilización del sofá no crea precisamente individuos activos y voluntariosos.

Toda pantalla es demasiado plana. La vida siempre fascinante no merece ser reducida a dos dimensiones. Transformemos juntos la realidad que no nos satisface, evitemos la fuga. No somos los espectadores, sino más bien los protagonistas de la más apasionante aventura por nombre “vida”, que nunca podrá una “serie” emular.

 
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