TodavÃa recuerdo sus cartas desde YeserÃas, en las que habÃa más color que letra, más esperanza que rencor, más fe que combate polÃtico. Encontré a esta apreciada pareja, que recién estrenaba ancho asfalto y dicha, el sábado pasado por las calles de Donosti, mientras que yo empujaba el carro de mi “aitaâ€. Me acompañaron toda la Avenida. Fuimos amenamente charlando casi hasta la Kontxa por esa amplia arteria por nombre Libertad, paradojas de la vida, ellos que saben tanto de encierros. Me he alegrado tanto de verlos juntos y felices. Decenas de años de hierro y rejas precedÃan esos paseos gozosos. Seguramente ese sábado no iban a ninguna parte. Seguramente sólo paseaban, callejeaban; seguramente sólo se amaban a la luz del dÃa. Llevaban muchos años amándose en la distancia o en la sombra, queriéndose a la carrera. ¿Cuántos cientos, miles de kilómetros, de una punta a otra de la penÃnsula no habÃa hecho ella para amarle unos minutos controlados? ¿Cuántas veces los mismos fulminantes y arriesgados viajes? Fidelidad debÃa ser su honroso nombre tras la batalla. SÃ, claro que habÃan errado, pero quién no hemos errado. Lo importante es la osadÃa para el tránsito desde el error, desde el craso desatino. A ellos les ha sobrado esa valentÃa. El perdón no se ha despegado de sus labios. No sé cuántas noches pasa aún él en la sombra. No me he atrevido a preguntárselo. Le he visto tan cargado de futuro, tan entusiasmado por curar, por sanar, por ayudar al prójimo, por hacerse terapeuta…, que no me he aventurado a mentar el pasado y sus secuelas. SÃ, ese ayer en el que tantos patinamos, que nos ha enseñado demasiado y que tantas veces quisiéramos liquidarlo. No sé las noches que él aún ha de volver a la cárcel. Sólo sé que no debiera ya pisarla, que la sombra no debiera ya aguardarle. Ya la ha recorrido en todos sus perÃmetros, ya le ha interrogado en lo más hondo, allà donde escuece y amanece. Sólo creo que el gobierno del PP podrÃa emerger del espÃritu de la revancha, abrir cerrojos a cuantos lamentan su pasado y asà allanar los caminos de la reconciliación. En esa mañana del sábado, él vestÃa una camisa azul celeste a juego con sus ojos. Sobran ya las nubes del ayer sobre un cielo sincero, arrepentido. Tras los abrazos de despedida, tropezamos en la Kontxa con las cometas que volaban sobre la orilla. Todo hablaba de esperanza en esa mañana de tardÃo Agosto, cargada sin embargo de vientos y de futuros. Más y más libres y generosos carriles para la “VÃa Nanclaresâ€, por favor. ¡Que allà abajo, en el centro de las decisiones, en la capital donde se guardan aún tantas, demasiadas llaves, se sepa de esas cometas, de esa esperanza que aquà se gesta, de las camisas azules que vestimos en este verano de paz que quisiéramos nunca acabara! ¡Que sepan que antiguos dirigentes de la “banda†quieren caminar por Avenidas y Libertades sin fin, anhelan ofrecer al mundo el testimonio de su tránsito, la fuerza de su interna, profunda y liberadora transformación! |
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