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Justicia detrás de la justicia

Hay una Justicia detrás de la justicia. El ser humano en su ignorancia puede llegar a pensar que todo se dirime en los tribunales de la tierra, ante unos togados con su particular origen, pasado y circunstancias. En su desconocimiento de la ciencia divina, puede llegar a creer que esquivando esta justicia terrena, puede salir indemne de sus errores o abusos. Nada más lejos de la realidad. No hay contador a cero. El ser humano se reencuentra en otros planos con el dolor que ha generado a otros/as. Sólo viviendo en carne propia ese dolor, logra concientizarse de que no lo debe volver a causar.

¡¿Cuán poco sabemos de la vida oculta, mismamente de nuestras anteriores encarnaciones que la Eterna Ley, en su misericordia infinita, tuvo a bien borrar de nuestra mente inferior?¿Quién puede asegurar que no nos habita en alguna medida un despiadado dentro, que en otra vida no empuñamos nosotros el arma agresora? La ignorancia de lo que fuimos debería cuanto menos imprimir cautela en nuestros juicios. Todo apunta a que la miembro de ETA, Inés del Río, cometió abundantes y graves actos, ¿pero qué no nos encontraríamos muchos cavando en el pozo insondable de nuestras existencias anteriores? A toda costa hemos de librarnos de la tentación del fácil juicio.

Ya en este plano más actual y concreto, contenemos el aire para que hoy Estrasburgo dictamine a favor de la derogación de la “doctrina Parot”. Ese veredicto puede hacernos avanzar en Euskadi en el camino de la paz y de la reconciliación, puede poner de nuevo en marcha un proceso enquistado. Las rejas no hacen bien a nadie. La privación de libertad sólo tiene sentido para evitar un mal mayor. Más de 60 activistas de ETA con muchas muertes y dolor a sus espaldas pueden quedar libres. Tienen ya decenas de años en la sombra y está garantizado de que no volverán a aquellas tristes andadas. Se les ha alargado la condena en aplicación de la “doctrina Parot”.

El sufrimiento que generamos vuelve a nosotros, hasta que nos convencemos de que el recto actuar, el amor y la compasión constituyen el único camino. Es cierto que lo ideal en este caso que nos ocupa, sería el profundo y sincero arrepentimiento, pero mientras llega, no será preciso sumarles condena a los presos de ETA. Añadirles más años, como ahora ocurre, sólo puede generar más rencor y confrontación.

Está llegando la hora de que empecemos a confiar en una Justicia, ésa sí absolutamente infalible, sin fisura de error; Justicia milimétrica, matemática que no es de este mundo. Es hora de que la justicia con minúsculas se afine más y más a esa otra con mayúsculas, preñada de genuino amor, fundamentada en valores eternos y no circunstanciales. En tanto que ello llega, en esta delicada y controvertida cuestión, ajustarse a la legislación vigente sin la represalia que representa la “doctrina Parot”, abrir las puertas a quienes desde los años ochenta están en la cárcel, a quienes han pasado buena parte de sus vidas en la sombra, puede ser un paso muy necesario en la normalización de este país.

No deseamos añadir un gramo de sufrimiento a las innumerables víctimas de la violencia etarra, aspiramos a que podamos avanzar unos y otros hacia el portal del perdón. El añadido de años de cárcel a los victimarios no debería restar dolor a las víctimas. El alivio sólo les puede llegar abriendo cada día un poquito más las ventanas de su corazón, hasta poder abrazar un día el valor excelso y auténticamente liberador de la compasión. El alma no permite otro género de alivios, menos aquellos que se vuelven a fundamentar en el mal ajeno. ¡Ojalá hoy buenas noticias desde Estrasburgo, por el bien de los unos, por el bien de los otros, por el bien de todos/as!

 
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