Ayer finalmente por la tarde nos cogimos el cochecito para recorrer la isla. Necesitábamos despejarnos y de paso disfrutar algo de este pequeño mundo rodeado de Egeo, antes de volver a coger el ferry. La absoluta paz estaba cercana, justo al otro lado de las colinas rocosas que presiden el escenario en el que nos desenvolvemos todos los dÃas. Nos hemos dirigido hacia el sur, hacia los pueblos de Mezta, Olimpy y Pegry, a unos 30 kilómetros de la ciudad de ChÃos. Allà impera otro ritmo, viven de espaldas a la civilización ajetreada. La vida late silenciosa, discreta, anclada en el pasado. Nada que ver con el tráfico y el ruido de la capital, ChÃos. Allà la historia pareciera detenida en la edad media, cuando debieron fortificar las casas para defenderse de los piratas y asaltadores. El tiempo pareciera parado en esa época de universos muy limitados, cuando la vida se circunscribÃa a la huerta, el pozo y el cerrado y oscuro hogar bien defendido de un sol tan a menudo inclemente. A pesar de la paz presente, el recuerdo de la guerra se hace patente en las innumerables torres, asà como en los pueblos fortificados. La belleza que nos rodea, el amable paisaje de naranja, olivos y limoneros, no logra ocultar que la guerra ha sido hasta el presente la indeseable, la abominable compañera de nuestra historia. |