El Estadio de verdad era el ancho césped de la vida cotidiana, los golpes auténticos, el olvido de nosotros mismos, la entrega y servicio sinceros. El diablo nunca vistió calzones negros, el estridente silbato no se acomodó a sus labios. El demonio no pinchó ninguna pelota. Cada quien administra sus córners, sus tiempos, sus fueras de juego. La idealización ajena comporta vacÃo propio. Dorsal de "10" a quienes se entregaron por entero a la humanidad, a quienes se dieron en cuerpo y alma para empujar la historia. Si perdemos los valores, si unas piernas con destreza se cotizan más que un corazón volcado, estaremos perdidos. |
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