El problema somos nosotros/as hasta que comprendemos el mordisco y el arañazo, hasta que el amor y su paciencia nos acaban ganando. El problema somos nosotros que en vez de esquivar esos ataques no intencionados, a veces reprendemos severamente y nos enfadamos. Todo apunta a que este Dios y los Grandes Seres que todo lo gobiernan han vuelto a hacer múltiple y acertada carambola. Por un lado han diseñado esta partida a plazos del ser querido. Por otro, nos han querido brindar campo de servicio y entrega, oportunidad de acariciar y brindar ternura tan a menudo sin aparente vuelta. Nos han dado la opción de unirnos a cuantos rodeamos al "enfermo". Será que todo estaba calculado, que esa mirada se iba a empezar a perder en el momento adecuado, que esos recuerdos se iban a nublar en el instante preciso… No, no debió ser ninguna broma de mal gusto. DebÃa estar todo programado y esos ojos se iban a ausentar despacio. Nos empeñamos en retener a la mirada que quiere partir, al ser que ya ha cumplido su cometido en la tierra, una vez más sin terminar de reparar en que los lazos de genuino amor perduran por la eternidad. Yo le miro, pero él ya no está ahÃ. No está su verdadero ser, su alma. Ha dejado un testigo, un cuerpo para que lo cuidemos, pero él vuela cada vez más libre en las dimensiones del espÃritu. El cuerpo volverá a la tierra y el alma, ya sin lastre alguno, enfilará hacia la luz y la paz sin nombre. No, no es una cuestión de salud mental, es una cuestión de indagar dónde se halla realmente esa mente superior inherente a la monada espiritual, a la chispa divina, a qué sutil morada llama ahora a la puerta. Una vez más es cuestión de explorar la ciencia divina, la multiplicidad de nuestros cuerpos, sus naturalezas y sus destinos. Sólo con la falta de perspectiva, con la negación del inmenso horizonte de nuestra condición trascendente, puede pesarnos esa mirada cada vez más ausente. La vida en la materia es circunstancial y nos volvemos a encontrar, ya sin mordiscos y arañazos, sin necesidad de empujar pesados carritos…, al otro lado del velo. En la otra y más verdadera orilla es donde la memoria no falla y nuestro ser querido se hace presente en toda su lozanÃa. ¿Cómo decidiremos partir? Despacio o de un salto, con un silencio o con un galope. Siempre querremos no dar trabajo a nuestros allegados, pero esa última parte del vital guión dicen que ya está escrita. De cualquiera de las formas, la muerte no tiene aguijón, ni el sepulcro victoria… La victoria siempre será nuestra si acompañamos a la Vida, a sus Leyes, a su vocación de eternidad. El Alzheimer tampoco será enfermedad, sino un lento partir, para ya en los sueños, ya, al dejar definitivamente todos también el cuerpo, volver a encontrarnos, volver a abrazarnos. |
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