Arrecien nuestros Vientos, ofrezcamos nuestros dolores, nuestros recuerdos, la memoria del cariño, la añoranza de noches de candor y ternura. Ofrezcámoslos para el alivio del dolor de la humanidad, para la remisión del sufrimiento del mundo. ... ¿Qué tendrá ese blanco de fuera que tanto apacigua dentro? Hubiera pasado todo el dÃa caminando la nieve, hundiendo las piernas hasta las rodillas. Me he empapado hasta dentro, hasta los huesos de agua y nieve, hasta el alma de Niebla y Misterio. En la soledad de la montaña nevada me siento acogido, sin ganas de volver, arropado en medio de la mañana heladora. Paso a paso un corazón se dilata, se hace uno con el Silencio inmenso. Me entrego sin resistencia, por entero a un Dios que sólo nos empujará al arrimo de aquellos abismos que sean imprescindibles. Los bordeo sin respeto alguno. No imponen esas familiares alturas de cartón piedra, pero las águilas del Balcón cantan que los servidores jamás se rinden, que las entrañas engañan, que el "acabose" también era "maya". El Viento no logró borrar las huellas. Hay que volver, hay que reunir de nuevo astillas secas, hay que prender la lumbre, seguir tecleando, seguir pregonando esperanza...; no importa dónde vague la tuya en estos momentos, no importa que hubieras preferido que te tragara la Niebla, que te perdieras para siempre en la montaña blanca… Hay frÃos capaces de tumbar recuerdos. A fuerza de remontar la sierra, lograrás olvidar hasta su sonrisa de canela y miel en el corazón del bosque. ... Reconocernos como guerreros de arco despistado, de flecha errante, derrotados en los montes y los valles, en la Tierra Alta, en la Media. Espada que no corte, pluma que vuele y cante. Reconocernos guerreros, pero al mismo tiempo poetas de verso inacabado a la búsqueda de la Belleza nevada, del Grial ocultado. Reconocernos guerreros vulnerables, prendidos de la estrella parpadeante, prendidos de la dama.Aquà tenéis compañeras, hermanas, vuestro blanco pañuelo sin mácula, cargado de girones. Aquà tenéis al “nuevo masculinoâ€, aquà nuestras llagas sin quemar, nuestras propias almenas por conquistar, nuestra promesa de que intentaremos hacerlo diferente. Junto a vosotras, a la vera de tantos castillos caÃdos, izaremos nuevas lonas, encenderemos Aurora. ... Quiero escribir los versos más esperanzados estas noche. Hubo otras vidas, hubo, habrá otra compañÃa. Otra calor será en tu mano, otro oÃdo en tus sueños, otro destino en tu mirada cercana. No escribas para olvidarla, escribe para bendecirla, para que el Sol sea siempre, siempre con ella. Troten sus piernas fortalecidas hasta dar con el Infinito. Otras flores de Enero sembrarás en otro jardÃn, bajo otro cielo. Las tardes podrán rodar y caer sin su timbre. Otro número tecleará tu dedo, otro corazón ensanchará el alba, otra caricia hará saltar el tiempo... Y si el sendero es en silencio, otro coraje nacerá de tus entrañas, otra Fuerza llegará de Su Presencia. Quiero escribir los versos más soleados esta noche. En la hora de los ojos mojados, abrazarse a la poesÃa que alaba sus Caminos incomprensibles, que canta Su Gloria siempre renacida. El Sol seguirá brillando aunque nos escondamos en la sima. Arda la angustia caduca, se eleve a los Cielos su humareda de eterna y rendida ofrenda. ... Quemar, calcinar el dolor en la hoguera de las renuncias, ofrecer sólo sus cenizas al mundo. Renunciar al sentimiento de abatimiento, a sumar tu pesar al pesar de la humanidad…, y asà comenzar a liberar angustia, a desatar el nudo del estómago, asà aletear sobre tus propios ombliguismos. No creernos dignos de dolor en medio del dolor del mundo. Las pomadas para los demás, para quienes en verdad las necesitan. No creer en el caro lujo del lamento. Ahogarlo antes de que ose asomar. Nunca estamos solos, estamos en las manos de un Misterio que nos hace pasar precisas, indispensables , insoportables pruebas. Estamos con nuestros desgarros imprescindibles, con nuestros abismos concertados, con nuestros aparentes vacÃos que habrá de llenar el Alma empoderada… Y a ella déjala partir, regálale entero su merecido futuro. Conserva de ella el perfume más suave, pero no menos sagrado de la amistad sincera. Deséale con todo tu corazón las mejores venturas, que alguien sepa cuidarla como tú no alcanzaste a hacerlo, que alguien la acaricie sin prisa, con la ternura que se te escapó entre los dedos, con la mirada que se te perdió entre exigentes infinitos. El infinito era ella y su dulce susurro. Despiste o sordera es lo mismo. Uno llegará más puntual a su próxima cita con lo eterno... |
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