¿Por qué no retornamos más a menudo en soledad a las alturas…? Intimar en privada audiencia, quizás no con las más altas JerarquÃas ocupadas en otros más importantes menesteres, pero si con los grandes ángeles o "apus", cuyo cuerpo de manifestación son esas soberbias montañas, testimonio de fortaleza y serenidad inamovible. Acercarnos a esos poderosos seres que desde la tiempos remotos aguardaban por fin nuestros pasos admirados, reverentes. No paré de disparar con la cámara en el intento baldÃo de atrapar la belleza. La hermosura está llamada a ser fotografiada por dentro, pero se nos escapa, nos desborda y en balde buscamos la cámara y creemos encerrarla. Pero la verdadera belleza no la puede atrapar una máquina, sólo la puede alcanzar el alma. Sumar las instantáneas que saca el alma para devenir nosotros y nosotras cada dÃa un poco más belleza, más armonÃa. En algún momento hice por conectarme con móvil, pero felizmente no habÃa cobertura. ¿Qué más conexión buscar? Aún sin colmarnos ese silencio…, aún tecleando números en pos de una palabra simple gastada. Aquel milenario silencio no merecÃa mi alboroto. Ya de vuelta atravieso valles más verdes y llanos. Los pies se posan despacio para no hacer el mÃnimo ruido. ¿Quién osarÃa perturbar esa paz? ¿Cómo expresar allà que te sientes uno con todo, con el árbol solitario, con el rÃo callado, con la roca desnuda, con la robusta brizna de hierba…, que no te deseas extranjero en tan privilegiadas alturas? Volvemos a la naturaleza pura, a la montaña siempre sagrada, cargados de humildad, resueltos a unirnos a ella, decididos a engrandecerla, nunca más a mancillarla. Asà debió ser antes de nuestra huella. ¡Queremos volver a empezar, Dios mÃo…! ¡Concédenos otra oportunidad, queremos hacerlo definitivamente de otra manera, con más respeto, cuidado y ternura! |
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