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EL ÚLTIMO GUERRILLERO

Un mundo nuevo más justo, verde y solidario reclama su inversión en imparable reciclaje ideológico. El progreso humano trepidante exige un ejercicio constante de revisionismo de nuestra ubicación en el presente, de los retos colectivos, por supuesto, de nuestras pancartas al viento. Los que nunca se revisaron fueron directamente a engrosar la sombra, los que nunca se cuestionaron, una vez en la lujosa moqueta, en sus "palacios de invierno" tropicales, serían yugo, yugo bolivariano, pero yugo.

En América Latina, Gustavo Petro, el último guerrillero cuerdo, no bolivariano, no termina de abandonar la selva, tampoco la de asfalto. El M19, la singular guerrilla urbana en la que militó el presidente, aún no quedó relegada al absoluto olvido. Cuando se tira el metal conviene también abandonar el plomo de las palabras, irlo dejando por los senderos de la abundante floresta. Los últimos y olvidados de Colombia encontraron su presidente, pero éste ahora encuentra más motivación en “twittear†y sentenciar a los perseguidos de al lado. La izquierda encontró su poeta, pero sus rimas llevan a veces exceso de carga explosiva.

Necesitamos bardos con banda presidencial capaces de glosar un mundo nuevo, para después intentar implementarlo. Sin embargo, el viejo guerrillero no se terminó de reciclar. ¿Quién habría podido escribir al Tío Sam del norte una carta más rebosante de dignidad y genuino sentimiento patrio? ¿Quién no ha reenviado por mensajería sus proclamas justas, por más que a veces en exceso incendiarias? Las paredes de la ONU han retumbado con sus discursos en defensa de la Tierra o de emancipación humana. Petro, casi adquiere una moderna dimensión profética, pero al profeta le faltaban desiertos y soledades, por ende su íntima “metanoia†(revisión profunda de creencias y actitudes). El líder de progreso no sólo clama contra las tinieblas del ayer, ha de ser capaz de visionar futuros. La izquierda necesita más poesía que leninismo y pensábamos que Petro lo podría conseguir.

Corina Machado no atinó al echarse en brazos de los poderosos sin escrúpulos en la búsqueda de apoyos para su justa y noble causa, pero no tiene sentido disparar a una mujer sola y escondida. Los dardos correspondían a quien la mantiene en la sombra, a quien mantiene a Venezuela también en la oscuridad, sin pan, ni libertades. La líder opositora podía haber elegido mejor “los clavos ardientes†a los que agarrarse, pero eso no justifica los tan severos como tristes ataques de Petro. Mejor que confrontar a la nueva premio Nobel de la paz con “twittes†que darán la vuelta al mundo, comprender, que no necesariamente justificar, esa búsqueda de alianzas hasta en la sombra más espesa desde su propia sombra física.

Hay viejas profecías, más antiguas que las de Petro, que hablan de que un nuevo sol despuntaría en los Andes, sugieren un liderazgo planetario de América latina en la gestación de un nuevo paradigma político, social y cultural. Ojalá Claudia Sheinbaum o Lula da Silva pudieran mostrar esa altura, ser faros, pero sus naciones son demasiado grandes, demasiado lastradas para poder dar la nota necesaria, para ensayar en definitiva utopía. El ensayo de lo nuevo quizás demande laboratorios menos espaciosos.

Chile es más pequeño, más propicio al ensayo. Sobre todo, tiene consigo otros muy loables intentos, otros valiosos precedentes. Sólo queda y seguramente por poco el faro de Gabriel Bóric, pues se acercan las elecciones. Salvador Allende y su socialismo puro, desbordado de generosidad y altruismo, alcanzado por las urnas, viven en su sucesor. La historia es celosa de sus compromisos. Hace paréntesis sorpresivos, a veces crueles, pero devuelve siempre lo conquistado, siempre acaba reponiendo lo que quita. El presidente que abrió las “grandes alamedas†al nuevo Chile no podía haber encontrado mejor sustituto.

Al último guerrillero se le encasquilló el último tiro, por más que quizás sólo se le nubló el visor y erró al dirigir el cañón. Una mujer perseguida por las fuerzas oscuras nunca es diana. Confiemos en la enmienda futura. No se debe "twittear" con acuso aún de cierta miopía. La historia vuelve a alumbrar lo que ya en su día alumbró. No olvide por lo tanto Gustavo Petro la esperanza con la que un día sorprendió a Colombia y al mundo entero.

 
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