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Hogar

Ya no habrá crónica feliz a pie de la Senda del Gozo. En este fuego se acaba la hojarasca que parecía infinita, se detienen todos los Caminos que he hollado en Otoño con devoción y placer. En estas llamas de hogar mueren los bosque alfombrados, las rías anchas de Ferrol, la olas poderosas de Fisterra, las mansas playas de Portugal… Las botas me miran con justificado recelo cuando calzo calcetines gordos y zapatillas de casa. El alma sigue reclamando su diaria cuota de aventura, éxtasis y flechas amarillas.

No maldigo el hogar, ¿pero quién soborna a los pies y al espíritu peregrinos? Vacío la mochila de recuerdos, escondo el bordón en un lugar que no alcance, reúno sin convencimiento ramas secas, enciendo sin otro remedio la chimenea de la sala. Es hora de silencio y recogimiento. Me pongo a la pantalla grande, no a la que llevo en el macuto. Ya que guardo guías y mapas, pueda cuanto menos alumbrar bellas letras, “caminar”, culminar luminoso, provechoso libro.

 
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