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La cuidadora

Dos mundos muy diferentes, dos culturas, dos edades y sin embargo caminan todos los días tomadas del brazo a la orilla del mar. Lo hacen hasta que las piernas de la mayor flojean. No siempre alcanzan el monumento de la paz sobre el acantilado.

La joven ya cocina con menos sal y da con éxito la vuelta a la tortilla de patatas. A la noche se sueltan de la mano y ven también juntas las "series". Largas dosis que a la mayor entretiene y a la joven hace olvidar. Sin embargo, a menudo a media noche la joven se despierta y se acuerda del hijo de pocos años que quisiera tener con ella. Ya no hacen "skype", porque él sólo le pregunta “¿Cuándo vienes…?” Después de la fallida conferencia, a la mañana siguiente ella cogerá a la anciana con todo su cariño y la volverá a pasear, quizás soñando que al final de todas las orillas hay un mundo en el que todos los humanos vivimos en paz y armonía en compañía de los seres queridos.

El té se me quedó atragantado. Abrevié desayuno. Me lo contaba a la mañana con lágrimas en los ojos. Escribo porque su dolor no es ajeno y sin embargo sólo fueron palabras de ánimo, ni siquiera reuní valor para abrazarla. Al fin y al cabo hay que guardar las formas. Es la amable mujer hondureña que cuida de mi madre.

 
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