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TRAS LOS PASOS DE MARÃA MAGDALENA. VIAJE DE EXPLORACIÓN

Invitación a la peregrinación en septiembre  
Sólo hemos venido a recoger las flores y plantas que eventualmente se le cayeron del cesto a la santa que allí moraba, a intentar dar con la receta de sus populares ungüentos, a escrutar la orientación de su larga mirada desde la altura. Volveremos hasta estos bosques cargados de antiguos perfumes, impregnados aún del espíritu de la Santa de Magdala, de quién como nadie supo aunar en sí ternura y firmeza.
Toda la información en www.aroa.eus

HACIA LA GRUTA (I)

Muy de mañana, con la mochila llena de víveres, sobre todo con el corazón lleno de Dios, he enfilado mis pasos desde Saint Maximin hacia la gruta de María Magdalena. En realidad, no había ningún lugar al que llegar.

Me regodeaba en las vistas a cada curva, en los viñedos recién reverdeados, en las colinas mediterráneas, en las casas de campo tan bien cuidadas... En realidad, ya había estado allí, no físicamente, pero había caminado tantas veces mental y espiritualmente por esa geografía sagrada de la mano de Daniel Meurois Givaudan. Había recorrido tantas veces esa Provenza de la esperanza con las lecturas tan bellas, al tiempo que aleccionadoras, de sus heterodoxos "Hechos de los apóstoles".

Dos mil años después, uno se ve un humilde y silente apóstol más con la misma y honda huella del Nazareno en su alma. No somos más que entonces, sólo que la humanidad, tras el intenso fragor de todos estos siglos, tras tantas veces tropezarse y levantarse, conoce un poco más de sí misma, de sus grandezas y debilidades.

No dejamos a nuestra espalda los muelles de Haifa. No hubimos de renunciar a ninguna amable y amada Palestina/Israel. No soplamos velas de duro lino, no rezamos para que se inflaran al dejar ninguna Galilea... Arribamos renqueantes, pero ilusionados desde nuestra Tierra Santa particular, deseosos de sumar nuestro corazón al mismo y superior Empeño de entonces y ahora, al Trabajo siempre Uno.

EN LA CUEVA (II)

No sé qué es lo que ralentiza los pasos hacia la gruta, el cansancio o la devoción que inspira tan mágico y significado entorno. Me dejó bañar por la belleza de ese bosque tan soberbio. En el lento ascenso trato de olvidarme de las cosas del mundo, de las dificultades de aprovisionamiento, de si encontraré o no cama. Trato de que el constante "¡Bon jour!", la cantidad de almas que como yo ascienden a la cueva en la que la santa pasará sus últimos años, no me despisten.

Pido para que la energía femenina de ternura y compasión y a la vez de firmeza y fuerte compromiso que encarnó María de Magdalena, más pronto que tarde, inunden la tierra entera. Trato de interiorizar imaginarme ascendiendo junto a ella y su gente entre esa arboleda de encanto.

Por todos los lados se nos recuerda aquí a "la pecadora", a aquélla que dicen redimió el amor de Jesús. Una vez desembarcada en las costas de la Provenza, se la representará predicando a los lugareños en Marsella y otros lugares.

Ningún rastro de que en realidad era su "Bien amada"... En nuestro interior nos quedamos con quien en verdad fue la compañera del alma del Nazareno, aquélla con quien Jesús quiso unir su destino, aquella mujer singular con pocas ganas de sermonear y sin embargo muchas de sanar, de, recomponer los cuerpos y los espíritus rotos.

Desbordó su corazón por los caminos de la Galia. A quien preguntaba por esa energía sanadora que curaba las deterioradas urnas físicas, les hablaba de Jesús. Daniel Meurois nos refiere que hacía esa labor con las plantas y ungüentos, con su silencio y con su fe y a quien quería saber más, les compartía su itinerario vital, su alineación con la energía universal sanadora.

INVITACIÓN A LA PEREGRINACIÓN (III)

No sin pena hemos abandonado la inmensa pared de roca al pie de la cual hemos permanecido cuatro días, esos bosques de recios robles en los que tantas veces nos hemos perdido y felizmente reencontrado. De camino a Nans le Pin donde cogeremos el primer autobús, vamos ordenando ideas, concretando un poco la propuesta que seguidamente os presentamos.

La exploración ha merecido y el peregrinaje hasta esta gruta santa creemos que lo merecerá también. La propuesta es de mucho bosque, cumbres y recogimiento en grupo. Podamos inundarnos, en este paraje tan bello y singular, de la energía de ternura, al tiempo que de firmeza, que encarnó la Santa de Magdala. La peregrinación desde Saint Maximin hasta Sainte Marie le Mer es inviable. Apenas está señalada. Los pequeños tramos que he querido hacer han sido de gran confusión.

El Macizo de Saint Baume, donde la tradición dice que la Bien Amada de Jesús pasó sus últimos treinta años, está colmado de senderos en sus cumbres y laderas. Ese será el objeto de nuestra peregrinación. No tanto subir y bajar del bus visitando lugares donde Ella recaló, sino poner conciencia, agradecimiento y recuerdo por los caminos boscosos que Ella una y otra vez holló.

Desplegaremos las prácticas habituales de las anteriores peregrinaciones. A los cantos, los círculos de agradecimiento y palabra y las danzas de Selene, sumaremos en esta ocasión las lecturas de Daniel Meurois Givaudan. Os invitamos ya por de pronto a sumergiros en la que será nuestra lectura prioritaria, "Camino de aquellos tiempos..." Muy recomendable igualmente y ubicado en el mismo marco "El evangelio de las tres Marías". Son joyas de testimonios que en su día tocaron nuestra alma. Ahora felizmente les hemos puesto un entorno, una geografía precisa, reverdecida, arbolada.

La idea es alojarnos en la hospedería que regentan los dominicos al pie de la gruta santa. Haríamos por nuestra cuenta desayuno y piknik y nos sumaríamos a la cena de la hospedería a la noche. Saldremos, si Dios quiere, de Artaza el día 3 de septiembre a la mañana, donde podréis dormir la noche del 2 (colchones en el parquet) y haremos sendas paradas para recogeros en Zaragoza y Barcelona. Dormiremos cerca de la ciudad condal en la ida y en la vuelta. Estaremos de nuevo en Artaza el 11 de septiembre a la noche.

De nuevo, si Dios quiere, enfilamos a tierra gala.¡El Cielo nos otorgue la dicha de poder caminar unidos un verano más."

Ultreia et Suseia!

GRUTA DE ESPERANZA (IV)

Son remansos de paz y espiritualidad que cada vez hay que buscar más lejos. Una estimulante primavera provenzal, un muy antiguo establecimiento religioso a los pies de una montaña sagrada, un inmenso verde de bosque y blanco de piedra gastada, una belleza original y pura, al igual que cuando ella hace dos mil años la habitaba. El tiempo no debiera pasar en balde ni siquiera allí, fuera del mundo. ¿El abundante granito circundante habrá acabado penetrando las estancias conventuales, las moradas de las almas residentes? ¿La gran pared cristalizada del macizo habrá frenado el imprescindible aire fresco y renovado?

He permanecido cuatro días junto a los dominicos en la hospedería de Sainte Baume, al pie de la gruta de María Magdalena, en el sur de Francia. He estado los mismos días pegado al móvil, explorando todo lo registrado con respecto al nuevo Papa. He respirado con gran alivio entre los robles de la santa, al saber de quien venía a presidir la Iglesia tras la fumata blanca. Tuve la suerte de comunicar con alegría el nombramiento de León XIV a la comunidad que regenta el lugar.

En los paseos solitarios bajo la gruta de la "bien amada" dos palabras, dos valores han vibrado con insistencia en el interior: esperanza y paciencia. La cristiandad avanza, más lento de lo que muchos quisiéramos, pero progresa renqueante y hemos de ser pacientes. Huelga pedir a la Iglesia lo que al día de hoy no puede ofrecer. He observado atento las fotos del nuevo pontífice "peruano". Por supuesto he sonreído cuando las de a caballo, me he alegrado cuando las de las botas de goma hasta la rodilla, me he congratulado cuando comparte humilde rancho con los últimos... He visto todas las galerías de imágenes y suspirado esperanzado.

Algo en nuestro interior apela a la paciencia cuando contemplamos ahora a Robert Francis Prevost rodeado de tanta pompa y boato, al verle delante de tantas almas anhelantes de besarle la mano. Nadie negará cierta solemnidad que ha de rodear al sucesor de Pedro, pero esa devoción a otro hermano, por mayor que represente, semejara excesiva. Los detalles de sencillez y de falta de ostentación de Francisco ahora han brillado por su ausencia. La vuelta al Palacio papal, los desplazamientos en el potente SUV, el retomar alarde de vestiduras, son detalles menores, pero noticias que no terminamos de leer con agrado. De cualquier forma, el duro y gastado granito no ha retomado el Vaticano.
Paciencia también es la palabra que asalta al leer los carteles de los dominicos en la sagrada gruta prohibiendo todo acto y ceremonia que no se ajuste a la estricta ortodoxia católica. Percibo miedo a la pérdida de monopolio y una Iglesia no puede progresar y expandirse con tanta carga de temores. La figura de María Magdalena es reivindicada por la nueva espiritualidad femenina y la ancha comunión cristiana no debiera recelar por ello, más bien congratularse. Siento como si tratarán de frenar de alguna manera lo incontenible que ya nos alcanza. Paciencia igualmente cuando observo una lectura poco comprometida con el "Laudato si" de Francisco, cuando he de abrir con dolor la colección de tarrinas de plástico para untar con un poco de mermelada el pan blanco del desayuno.

Paciencia cuando, por más que busco, no logro hallar la plena alegría divina, el gozo de la vida comunitaria al bajar a los oficios religiosos. Las paredes de la capilla gozan de murales llenos de luz y de color, pero miro a los frailes y trato de encontrar con dificultad en los rostros igualmente esa chispa contagiosa, ese color vivificante de una vida orante.

No desatamos baterías reivindicativas, tan solo compartimos reflexión tras los pasos por el bosque, "cosecha" después de tanto deambuleo meditativo por el singular paraje. Sólo hemos venido a recoger las flores y plantas que eventualmente se le cayeron del cesto a la santa que allí moraba, a intentar dar con la receta de sus populares ungüentos, a escrutar la orientación de su larga mirada desde la altura.

Volveremos hasta estos bosques cargados de antiguos perfumes, impregnados aún del espíritu de la Santa de Magdala, de quién como nadie supo aunar en sí ternura y firmeza. Lo haremos silentes, humildes, por supuesto rendidos a todas las pautas establecidas, incluso dispuestos a reabrir una tras otra las poco ecológicas tarrinas de plástico. En nuestro interior pujará empero por latir el espíritu en permanente evolución del Eterno, de la "bien amada" ahora resucitada, por supuesto de la esperanza, pese a todo, siempre renovada.

 
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