El placer jamás puede nacer de un dolor ajeno. El mutuo consentimiento es la única entrada al Ãntimo cielo de la cópula. La piel llama a la piel, pero nunca la fuerza e ignorarlo conlleva su “karma†inevitable. Señalado ello, añadiremos que compasión no es “buenismoâ€, es sólo el anhelado horizonte, el luminoso futuro que le aguarda a la humanidad. El peligro lo representa una sociedad materialista, siempre dispuesta a ignorar la nobleza inherente a todo espÃritu humano, por escondida que ésta se halle. Compasión pues seguramente el violador no conoció jamás la ternura y al desconocerla la rechazó, pues quizás el lecho del amor verdadero siempre le resultó lejano. Compasión pues la magia sin par de los cuerpos y almas fundidos en gozo siempre le semejó extraña. La carencia de amor llama por lo tanto al desamor y a una fuerza incontrolada que le puede acompañar. Compasión pues seguramente no hubo caricia materna y al faltarle la primera urgencia humana, quiso después arrebatarla de aquella forma; compasión pues si hubiera mediado una madre entregada y amorosa, el solo recuerdo le impedirÃa violentar al otro sexo. Siempre hay una naturaleza superior capaz de triunfar sobre la inferior, por despiadada y salvaje que ésta se manifieste. Compasión pues aún con todo, es un hijo de Dios con cuerpo, mente y espÃritu maravillosos, susceptible de regenerarse en un ambiente y con unos profesionales adecuados; porque los impulsos que ahora le vencen y embrutecen pueden mermar y dar espacio a la virtud que también le habita. Compasión pues nunca será salida invitar a quitarse de en medio a los individuos más desviados, porque nunca sabremos si los cuerpos con los que nos unimos en otras vidas lo hicieron siempre de “motu proprioâ€, pues desconocemos nuestro ayer, pues ignoramos si nuestra fuerza masculina fue siempre empleada de forma positiva y adecuada. Que la unión sea en los lechos, entre sábanas blancas y espÃritus imantados, que el acto sea con susurro y consentido. Que la sociedad pueda derrochar también su generosidad y compasión sobre quienes no conocen nada de ello; que la comunidad por supuesto se defienda de esos ataques, pero que una vez protegida, se aplique en reconducir y reeducar. Será por supuesto necesario neutralizar a quien viola el cuerpo y el libre albedrÃo ajeno, pero encarcelar dista de invitar a quitarse de la circulación. Olvidemos la insana tentación de sugerir acabar con su propia vida a quienes más nos molestan, pues son precisamente ellos los que más ayuda nos están demandando. Obviemos que hay individuos irrecuperables. Más o menos lejana siempre habrá un alma pura deseosa de irradiar sobre la personalidad ofuscada y acorazada. He ahà el desafÃo humano, ayudarnos mutuamente a crecer, por más difÃcil que a menudo nos semeje esta vital apuesta. |
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