El presidente Erdogan prefiere aplicarse en una represión generalizada tras el golpe fallido, que mirar hacia Europa. "No se puede desoÃr la voz del pueblo…" y por eso afila metal, se prepara para restaurar la pena de muerte y quién sabe si a liquidar asà “legalmente†a los más destacados insurgentes. TurquÃa y tantas pseudo-democracias en otras latitudes del globo, nos demuestran que los pueblos llanos no son necesariamente portadores de futuro. Las masas populares no constituyen garantÃa de progreso. Un pueblo acompañado por dirigentes nobles, con voluntad de servicio y entrega, de mandatarios que personalmente testimonian superiores ideales, sà puede convertirse en agente de transformación. El pueblo por lo demás está al albur de sus emociones más primarias. Son los lÃderes desnudos de todo interés personal y verdaderamente impregnados de principios elevados, los que pueden acompañar al pueblo en la propia senda de su elevación y emancipación. El papel de Europa es clave en la salida a la crisis turca. ¿Qué valor tiene ahora la llamada a la contención, después de haber apoyado sin vacilación a un presidente tan corrupto y autoritario, nada más producirse el alzamiento? Es evidente que los sublevados no escogieron el mejor de los métodos, pero en, medio de la confusa información, parece que albergaban genuinas aspiraciones democráticas, que se alzaron para poner fin al régimen corrupto, populista y crecientemente dictatorial de Erdogan. Pocos recuerdan en estas horas convulsas la cruel represión que ha desatado el presidente y su gobierno contra un movimiento kurdo que habÃa conquistado democráticamente importantes cuotas de poder parlamentario, pocos mentan el cierre de los periódicos incómodos, la persecución de la oposición democrática, de los colectivos homosexuales. Pocos se hacen eco del odio del máximo mandatario hacia las redes sociales... Pienso en los miles de militares y jueces que ahora están en la sombra y que seguramente no quisieron plegarse a esta semidictadura con tintes personalistas y religiosos. A Erdogan lo salvó la masa echada a las calles con el nombre de “Alá†en sus gargantas. Lo recuerde la Europa que ahora se echa en sus brazos, lo recuerden nuestros dirigentes que no han dudado en socorrer a este autócrata fuera de todos los parámetros democráticos. Erdogan puede retener a los refugiados en su sala de espera, pero permÃtasenos que cuestionemos el apoyo tan incondicional que se le ha brindado en el comienzo de la insurrección militar. Tanta adhesión inicial a quien tan interesadamente regenta esa sala, puede salir bien caro. Duele TurquÃa, duele la ausencia de comprensión para quienes, aún con toda su torpeza y confundidas formas, ante el abuso galopante del presidente turco, seguramente no vieron otra opción que la de alzarse en armas. TurquÃa en el corazón, pero la TurquÃa anhelante de equiparse a las verdaderas democracias, la que respeta los derechos humanos, la que no persigue a muerte a las minorÃas nacionales y sociales. TurquÃa en el corazón, pero no la TurquÃa sumisa manejada por el caudillo de turno, sino la TurquÃa laica, valiente que desea avanzar sin tutelas, ni más que evidentes corruptelas, hacia un futuro de progreso y auténtica libertad. Artaza 18 de Julio de 2016 http://www.KoldoAldai.org * En la imagen, manifestantes pro libertades en TurquÃa sostienen su bandera. La imagen tiene dos años. |
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