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EL CIELO NOS INUNDE DE SU LUZ

En los pasados meses de la dura pandemia, los más extremistas compañeros y compañeras antivacunas nos hablaban de un genocidio en marcha con la excusa de la inoculación generalizada. Nosotros callábamos, eran cercanos, eran amigos. Nosotros nunca terminamos de verlo, observamos un intento de las autoridades sanitarias de los diferentes países de atajar, desde su nivel de conciencia, con mayor o menor acierto, una grave crisis planetaria.

Sin embargo el verdadero, el trágico genocidio a gran escala, al que nunca hubiéramos pensado asistir, es ya en tierra. Es aquí al lado, en las frías estepas del este, a dos horas y media de avión. Ha llegado y lo observamos todos los días impotentes ante los televisores. Llevamos veintidós días de cruel genocidio, de brutal ataque a la población civil inocente, de feroz invasión, y entre las huestes del movimiento más radical antivacunas nadie dice nada, los hay incluso que, ante nuestro pasmo e incomprensión, lavan la cara de los atacantes. Necesariamente nos tendremos que preguntar si detrás de todo esto no hay una peligrosa voluntad de ir sistemáticamente contra todo pensamiento imperante, contra toda razón institucionalizada, contra todo comportamiento generalizado y marcar osada singularidad.

Dios nos de discernimiento en esta hora confusa ya profetizada, nos inunde de su luz para distinguir lo verdadero de lo falso, lo que empuja la historia de lo que lo detiene o incluso retrasa. Dios nos colme con su claridad y así poder juntos y juntas avanzar con firmeza y alegría en pos de los eternos valores de hermandad, solidaridad, paz y comunión con la Vida y la Naturaleza.

Artaza 17 de Marzo de 2022

 
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